miércoles, 30 de septiembre de 2015

El semillero del blues local

El Club del Jump – Jump tonic. Hace dos años tuve la oportunidad de participar como miembro del jurado de la final del 2º Concurso de Bandas de Blues organizado por Blues en Movimiento y la Escuela de Blues. Esa noche, ganaron los chicos de 50 Negras. Los otros cuatro grupos que participaron dejaron muy buena impresión, en especial El Club del Jump, una banda formada en Boulogne e inspirada en el sonido de T-Bone Walker y Louis Jordan. Ahora, mucho más maduros musicalmente y con algunos cambios en su formación, acaban de lanzar su álbum debut, en el que ratifican su compromiso con el blues más refinado. Los hermanos Burguez, Martín en guitarra y voz, y Alberto en piano, más Gonzalo Rodríguez en batería y el experimentado Darío “Perro” Gorosito en bajo interpretaron media docena de clásicos y la misma cantidad de temas propios intercalados entre sí. Los impares, con abundante shuffle y altas dosis de swing, son más que nada instrumentales compuestos por los hermanos Burguez, mientras que los tracks pares son covers de grandes maestros del género. Why not, de T-Bone Walker, en el que colabora en armónica Fernando Vázquez; una versión ralentizada y walkeriana de Every day I have the blues; y una enérgica The things that I used to do son las más destacadas, algunas con el refuerzo de la sección de vientos de Támesis. El disco tiene el plus de que fue grabado y mezclado por Daniel De Vita, quien logró darle ese sonido vintage con el propósito de los hermanos Burguez quedó bien de manifiesto.

Junior Binzugna – First blues álbum. Lo primero que hay que señalar es que se trata de un disco con sonido tradicional pero con todas canciones escritas por Binzugna. Lo segundo es que se rodeó de una banda excelente, integrada por Federico Verteramo en guitarra, Alberto Burguez en piano, Germán Pedraza en batería y el grandísimo Mariano D’andrea en bajo y contrabajo. Binzugna, uno de los protegidos de Adrián Flores, se inclina por el sonido de Chicago y sus composiciones, todas en inglés, muestran que es un estudioso en la materia. Su armónica es expeditiva –y eso le valió elogios de Billy Branch y Bob Corritore- aunque algo presuntuosa. Su voz se afirma muy bien en temas como I don’t know why y la armoniosa Trying to make you mine. You’re driving me crazy y Baby, I want to be your man son un poco más funky y souleados por el aporte de los Fisu Horns. Y en Pretty woman resalta la guitarra old school de Daniel De Vita. Si bien la banda suena de manera efectiva y muy compacta, da la sensación de que el sonido no termina de reflejar lo que Binzugna buscaba: sonar como aquellas grabaciones de los 50. Es probable que el estudio en el que grabó –Fidelius- no tuviera las condiciones acústicas necesarias o que las mezclas no hayan sido las más adecuadas. De todas maneras, es un lindo disco y, al igual que con el Club del Jump y decenas de bandas y solistas más, lo importante es que el semillero del blues local sigue dando sus frutos.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Raíz blusera, latido stone


“Todos habíamos crecido escuchando las movidas que había por aquella época, rock and roll y todo eso, pero al final nos centramos en el blues, y siempre que estábamos juntos, fingíamos que éramos negros”. Así describe Keith Richards en su autobiografía cómo empezó su amor por el blues cuando los Rolling Stones era apenas una banda en ciernes. En su nuevo álbum solista, el cuarto de su carrera, el viejo maestro no deja dudas sobre su ADN rockero y tampoco olvida sus raíces. Su voz curtida, el sonido imperfecto de su guitarra acústica y sus años en la ruta se condensan en un blues de origen rural, Crosseyed heart, la memorable introducción de poco más de un minuto que da nombre al disco.

Ese comienzo es una declaración de principios, por si a alguno le quedaba alguna duda cuál es su esencia. El rock and roll, su sello, aparece enseguida: Heartstopper tiene un riff asesino que sería imposible atribuírselo a alguien que no sea él. Ese tema tranquilamente podría haber estado en Talk is cheap, su álbum de 1988. Amnesia es un poco más sofisticado, tal vez por el toque de Ivan Neville en teclados, pero mantiene el puslo stone y el solo de Richards, pasados los dos minutos y medio, es mortal. En el medio fluyen unos coros excelsos de dos viejos conocidos: Bernard Fowler y Sarah Dash. El disco sigue con Robbed blind, una balada bucólica al mejor estilo The Worst, con un solo acústico exquisito, un estribillo emocionante y las sutilezas de Charles Hodges al piano y Larry Campbell en pedal steel.

Trouble, el corte de difusión que se conoció hace unos meses, tiene otro riff infernal con su marca característica y una buena dosis de slide por parte de su fiel ladero, Wady Watchell. El primero de los dos covers del álbum tiene el sensual encanto del reggae, otro género por el que Richards siempre tuvo devoción. Love overdue, de Gregory Isaacs, es equiparable a Words of wonder del disco Main offender o Too rude, que Richards grabó primero con los Stones en Dirty work y luego solo en vivo en el Hollywood Palladium, en 1991. Nothing on me tiene una melodía bárbara y Richards impone su tono de voz áspero que contrasta con el delicado acompañamiento vocal de Fowler y Dash. Suspicious es otra balada intensa. Blues in the morning es un rock and roll crudo, que podría haber surgido de las entrañas de Chess Records, y que pareciera que fue grabado en una toma. El tema, además, es un testamento en clave musical de un amigo entrañable de Richards, el gran Bobby Keys, fallecido en diciembre del año pasado, que aquí interpretó un par de solos de saxo. En Something for nothing, Richards recurre una vez más a la fórmula que mejor conoce y deja un nuevo riff para la posteridad.

Illusion es otra balada dulce con un groove cancino que Richards escribió y canta junto a Norah Jones. En Just a gift, el guitarrista se mantiene apacible y lanza una verdad irrefutable: “Sigo siendo el mismo”. El segundo cover del álbum es Goodnight Irene, el clásico de Leadbelly, que Richards entona con emoción alterando un poco la letra original, otra vez amparado por el coro de ángeles negros. Sobre el final, su guitarra se vuelve funky en Substantial damage, un tema extraño, que fue incoporado al disco a último momento. Para terminar vuelve sobre otra balada, Lover’s plea, que tiene un estribillo de película y una rítmica reforzada por una notable sección de vientos.

Así como en 1988 y 1992, Richards volvió a un estudio sin los Rolling Stones y de la mano de Steve Jordan, quien coescribió con él una decena de temas. Crosseyed heart es una obra que tardó mucho en ver la luz, tal vez más de la cuenta, pero como dice el refrán, todo lo bueno se hace esperar. Keith Richards es el rey del rock and roll. No existe en la tierra otro músico que pueda disputarle el trono.


domingo, 20 de septiembre de 2015

Soul time

El viejo soul goza de muy buena salud. Estos tres lanzamientos así lo confirman.

Wee Willie Walker - If nothing ever changes. Escuchar el último disco de Wee Willie Walker es como volver a Memphis en 1967. Todo el álbum tiene un sonido retro y la voz de Walker condensa tanto soul como góspel y R&B. A diferencia de los últimos años en Minneapolis, en los que estuvo respaldado por su banda local, The Butanes, aquí se rodeó de excelentes músicos de la escena blusera como el guitarrista Kid Anderson, el bajista Lorenzo Farrell y el baterista J. Hansen, los tres integrantes de The Nightcats, la banda de Rick Estrin, quien produce el álbum y acompaña en armónica en Funky Way. El tecladista Jim Pugh, el bajista Randy Bermudes, los violeros Rusty Zinn y Bob Welsh, así como media docena de caños liderados por el saxofonista Terry Hanck completan la lista. También participa Curtis Salgado, con quien Walker canta a dúo una extraordinaria versión de Help!, de los Beatles, reconvertida en balada blusera. También reversiona dos temas de Eddie Hinton, Everybody meets Mr. Blue y Hymn for lonely hearts. Walker es un cantante de esos que aparecen muy de vez en cuando: su voz sintetiza pasión y mucho sentimiento.

Vintage Trouble – 1 Hopeful Rd. La banda de Los Ángeles acaba de lanzar su segundo álbum, el primero para el sello Blue Note, con el que confirman todo lo que habían insinuado con su producción independiente de 2011, The Bomb Shelter Sessions. Aquí, además de tener el respaldo de uno de los sellos más importantes del mundo, contaron con la producción de Don Was, un tipo que ostenta haber trabajado con los Rolling Stones, Van Morrison, Bonnie Raitt y Joe Cocker, entre muchos otros. La banda se sostiene en la voz del cantante Ty Taylor, la guitarra punzante de Nalle Colt y la rítmica contundente que forman el bajista Rick Barrio Dill y el baterista Richard Danielson. Las doce canciones, todas compuestas por el ellos, tienen, como el nombre de la banda lo indica, una entrega vintage. Hay muy buenas armonías vocales, exquisitos solos de guitarra y unos arreglos muy interesantes. Los temas más destacados son las rockeadas Strike your light y Another baby, y las baladas From my arms y Doin' what you were doin'.

Billy Price & Otis Clay – This time for real. Este dúo vocal es como el yin y el yang. Billy Price, cantante blanco de R&B de Pittsburgh, y Otis Clay, vocalista negro de soul y góspel de Chicago, combinan sus voces bajo la batuta del guitarrista Duke Robillard. El resultado es un disco con un feeling fantástico. Para muestra basta un botón, y ese botón es la superlativa I’m afraid of losing you. Price y Clay, que se conocen desde 1982 y han compartido escenarios infinidad de veces, también pusieron su magia en temas de monstruos del soul como Joe Tex, Sam & Dave, The Spinners, Syl Johnson y Bobby Womack. Para Price, que fue vocalista de Roy Buchanan en los setentas, haber grabado este disco en los estudios Delmark con Clay fue un sueño cumplido. “Otis es mi mentor y mi máxima influencia. Haber grabado con él es la mayor emoción de mi vida”, dijo. Para Clay, “este proyecto es la culminación de lo que empezamos en 1982”. Y como si fuera poco, ante la magnitud de esa combinación vocal, emerge la fina guitarra de Robillard. ¡Un lujo!

viernes, 11 de septiembre de 2015

Blues del bueno... y en español


El nuevo disco de los Easy Babies, Tipos raros, es una clara demostración de cómo se puede innovar en el blues sin alterar sus parámetros tradicionales. Y es la confirmación de que el blues también se puede cantar en español sin caer en los típicos clichés métricos de acentuación y poéticos. Mauro Diana en bajo y voz, y Roberto Porzio en guitarra son el alma del grupo. El baterista Homero Tolosa y el guitarrista Federico Verteramo aportan pulso, ritmo e inventiva. Gabriel Cabiaglia, en su rol de productor artístico, es el quinto elemento de esta destacada agrupación. Pero este disco, además, cuenta con una docena de invitados que jerarquizan cada una de las canciones.

El álbum comienza con Tipo raro, un tema que escribió Flavio Rigatozzo, más conocido como Tota Blues, y que se encuadra en la línea de dos grandes canciones que los Easy Babies editaron en su primer disco: (Estamos) Haciendo las cosas bien y Conseguite otra mujer. Aquí, cuentan con la soltura del hammond de Nico Raffetta y los caños a cargo de Yair Lerner y Mauro Chiappari. Luego arremeten con La decisión, que lleva la firma de Diana y Porzio, una canción en clave de southern soul por la melodía y el aporte de los vientos, con una brisa de zydeco cuando Dai Antonini ejecuta su acordeón. En Se derrumbaron la armónica de Adrián Jiménez sentencia Chicago blues, mientras que Porzio afila el slide y el piano de Raffetta se cuela por entre la rítmica ajustada de Tolosa y Diana. Este último canta en un nivel formidable sobre un amor que se terminó.

Foto Ornella Capone
Una sorpresa: Easy Babies homenajea a Manal con una versión animada de No pibe, con Tito Maza en teclados y con solos descarnados de los dos guitarristas. Siguen con Loquillo stomp, un instrumental con el sello de Porzio, que da paso a Es mejor así, un blues con elementos del doo wop, que escribió Hernán Morana, y que cuenta con el arreglo vocal de Joaquín Lascano y las voces de Guido Venegoni, Gabriel Grätzer, Braian Chávez y Porzio, y un punteo sensacional, inspirado en T-Bone Walker, de Fede Verteramo. Ay ay ay ay es otra brillante interpretación vocal de Diana, que se sumerge en el sonido de Nueva Orleans con la compañía del piano de Tavo Doreste, un solo de trompeta con sordina de Leonel de Francisco y con el cierre efusivo, a lo Treme, a cargo de Fisu Horns.

Todo lo que tengo tiene una melodía exquisita, no es tanto un blues, pero sí una hermosa canción en la que sobresale el canto intenso de Porzio, por encima del colchón rítmico que crea la tecladista Anahí Fabiani. No pienses más en mí nos remonta al blues de Texas, el de Albert Collins, con una notable participación, otra vez, de Fisu Horns y el hammond de Machi Romanelli. El disco cierra con Otra noche, compuesta por Diana y el Ciego Goffman, que en el final luce unos coros a cargo de la crema de la crema de Blues en Movimiento. Si en el tema anterior los Easy Babies recordaban a Albert Collins aquí, sin dudas, rememoran a Otis Rush. 

Cinco años pasaron desde el lanzamiento de El blues paga mal. Y el tiempo no pasó en vano. Si bien aquél es un gran álbum, Tipos raros marca un claro progreso en su sonido y en sus composiciones. Los Easy Babies van por más… siempre.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Hermanos latinoamericanos

Carlos Elliot Jr. & The Cornlickers – Del Otun & El Mississippi. Tremendo disco del guitarrista colombiano, uno de los pocos músicos en el mundo que condensa el sonido del North Mississippi Hill Country blues sin ser nativo de esa región. El álbum, el cuarto de su carrera, comienza con la poderosa Down in Como, con la que sienta las bases de su música. Sigue con Katrina the mule, una exquisitez bailable y con mucho groove capaz de levantar hasta los muertos. I love you with all my heart tiene la cadencia de un boogie ralentizado. Got this feelin’ rompe un poco la línea, es una balada más melódica y limpia. Two rivers (Dos quebradas) tiene tantos elementos rítmicos del blues como espíritu latinoamericano. Hoop of life es una transición mística, que parece evocar al gran Otis Taylor. When the bit hits you es Hill Country blues en su máxima expresión, así como My mule bray’s in Othar’s hood, en honor al gran Othar Turner, maestro del pífano, una pequeña flauta muy aguda que se toca atravesada. Los dos últimos temas, This is my band y Story of Otun & North Ms terminan de redondear una propuesta auténtica y novedosa por estas latitudes. Elliot es un guitarrista notable, gran cantante y un compositor en ascenso. Todo eso queda demostrado en este álbum, en el que cuenta con la colaboración de R.L Boyce, que traza una línea imaginaria entre las praderas que habitaron Junior Kimbrough y R.L. Burnside y el eje cafetero colombiano.

Nico & The Blues Swingers – 4th unsuccessful album. La banda chilena liderada por Nicolás Wernekinck, que cuenta con el guitarrista Felipe Ruf, se ajusta al blues más tradicional, con un sonido cuidado y una fuerte impronta Chicago. We are the blues swingers es un blues de medio tiempo que hace las veces de presentación del grupo, en el que las guitarras de Wernekinck y Ruf se entrelazan en solos breves pero punzantes. En Goodbye Santiago (Hello Chicago) la banda anticipa que tiene un pulso poderoso para el swing. En How can I turn from that? la intensidad no decae y la armónica de Cristian Inostroza juega un rol clave para que eso suceda. El grupo se sumerge en el blues lento con 5.30 in the morning, Wernekinck canta bajo y templado, mientras que la armónica intercede entre los versos, al ritmo acompasado que marcan Rodrigo Calderón en batería y Johan Pasten en bajo. El álbum sigue, alternando entre temas que manifiestan una marcada influencia de Jimmy Reed, otros más animados, en los que destilan boogie, shuffle y mucho más swing, y algún slow blues como Little list, profundo y estimulador. Al igual que Carlos Elliot Jr. esta banda chilena compone en inglés, aunque en este caso reivindican más el sonido tradicional del blues urbano.