sábado, 29 de noviembre de 2014

Dos grandes

Fotos Tío Tom
Guillermo Blanco Alvarado y el Tano Rosso hace ocho años que dedican gran parte de su tiempo libre a la difusión del blues en su programa radial No tan Distintos, que se emite todos los sábados a la tarde por FM Flores. El programa lo hacen por amor a la música, con mucha pasión y sin ningún tipo de fin comercial. Por ese pequeño estudio han pasado prácticamente todos los músicos de blues argentinos y algunos internacionales también. El que no fue, no ha sido porque no lo invitaron sino porque no pudo o no quiso. El programa de Guille y el Tano tiene las puertas abiertas a todos y es una buena vidriera para los que quieren difundir su material o tocar un rato en vivo.

El viernes a la noche, Guille y el Tano tuvieron su justa reivindicación en Mr. Jones. Si bien el evento se promocionó como un festival, fue más bien un homenaje para estos dos grandes amigos por parte de un puñado de músicos y de Rogelio, que puso su local a disposición. La noche comenzó con el fugaz paso de Marcos Lenn que interpretó con su guitarra acústica Come back baby y You’ll be mine. Luego subió al escenario Goyo Delta Blues, que desplegó su número que reúne versiones de Son House, Charley Patton y Robert Johnson, entre otros grandes maestros del blues rural.

La noche siguió con la sólida y contundente aparición de Diego Czainik, cuyo repertorio se alejó un poco del material que grabó en su excelente disco Cherry red, para hacer rodar un combo de rock & roll clásico, country y blues. Acompañado por Fernando Couto en guitarra, Hernán Fridman en bajo y Fernando Zof en batería cantó una decena de temas con mucha garra y sudor. Promediando el show, invitó Gisueppe Puopolo, quien tocó el saxo en Shake, rattle and roll y Steamroller blues. La sorpresa de la noche fue la fabulosa –y muy personal- versión de To love somebody.

Poco después de la medianoche, tras la presentación que hizo Guillermo, empezó el set de la NTD Blues Band, formada para la ocasión por colaboradores del programa como el Ciego Goffman en voz, Ricky Muñoz y Roberto Porzio en guitarras, Adrián Jiménez en armónica, Carlos Bada en bajo y Rodrigo Benbassat en batería. Con ellos, naturalmente, la noche se volcó al blues más tradicional con canciones como The sun is shinin’ y The blues is alright, aunque con algún que otro tema cantado en español. La lista de invitados incluyó a Giuseppe, Natalia Ciel y un picantísimo Rubén “King” Alfano, que puso sus punteos al servicio de How many more years, de Howlin’ Wolf, ya con Porzio al bajo y Bada en guitarra.

Cuando ya todo terminaba, una mujer pidió que Alfano cantara una canción. “Si me lo pide una dama…” Entonces el ex Memphis fue hasta el centro del escenario y por un instante se adueñó de la noche con El boogie de la valija. Al final hubo aplausos y más agradecimientos para Guille y el Tano, no sólo por todo lo que hacen por el blues local, sino porque son dos grandes de verdad..

lunes, 24 de noviembre de 2014

En el pináculo del rock

Neil Young – Storytone. A pocos meses de haber lanzado el disco de covers que registró de manera precaria en una vieja cabina de grabación en los estudios de Jack White en Nashville, Neil Young sorprende ahora con un álbum doble exquisito. Los dos discos tienen los mismos temas: en uno son versiones en solitario en las que se acompaña con piano, guitarra, ukele o armónica; mientras que en el otro se rodea de la ampulosidad de una orquesta que le da aires de crooner. En líneas generales, el álbum podría considerarse una cruza entre Harvest (1972) y This note’s for you (1988), porque balancea ciertas melodías campestres con temas más bluseados. El medio ambiente, las rutas y el redescubrimiento del amor, justo ahora que se separó de Pegi, su mujer por más de 35 años, son algunos de los temas que impulsa en sus canciones. Neil Young expresa su sentimiento por el viejo blues en Say hello to Chicago, resoplando su armónica en el disco uno, y amparado por la potencia de los caños y la guitarra punzante de Wady Watchel en el dos. Tal vez en algún momento los arreglos orquestales son un poco pastosos y en Tumbleweed, el viejo Young suena como Judy Garland en Over the rainbow. Pero enseguida baja a los márgenes del blues con su armónica en Like you used to do. En el álbum, que fue producido por él y Niko Bolas, participaron más de un centenar de músicos, entre los que destacan, además de Watchel, el percusionista Lenny Castro y el bajista de los Rolling Stones Darryl Jones. En definitiva, lo importante es que Neil Young sigue canalizando su vida y sus emociones a través de la música y no le podemos pedir más. Eso es más que suficiente para nosotros, que solo tenemos que sentarnos a escuchar.

Tom Petty & The Heartbreakers – Hynotic eye. Este álbum, así como el anterior –Mojo,2010- reorientaron la carrera de Tom Petty. Se puede decir que son como un regreso a las fuentes, a un sonido más rockero, con fuertes dosis de blues, en el que las canciones no apuntan tanto a la búsqueda del hit y que, casi como nunca antes, suenan inconfundiblemente a él. Es probable que el retorno fugaz de Mudcrutch, su banda de comienzos de los 70 con la que lanzó un disco en 2008 haya jugado un rol importante en esa búsqueda permanente de los artistas de ubicarse en tiempo y espacio. Hypnotic eye tiene un sonido medular que resulta prácticamente imposible no darse cuenta, desde los primeros acordes de cada uno de los temas, que el intérprete es Tom Petty. Tal vez la única –y sensible- diferencia con Mojo y el disco de Mudcutch es cierta aproximación a la psicodelia, aunque sin abusar de ella. Algún desprevenido también podría pensar que este es un viejo disco de Petty, de la época de Damn the torpedoes (1979), pero no. Lo que difiere de aquellas canciones con estas es la cosmovisión del músico. Por entonces tenía veintipico y ahora con 64 las cosas se ven desde un prisma muy diferente. Cada uno de los temas tiene varias capas para desmenuzar pero siempre en el fondo está la firma conjunta de Petty y su fiel compañero de ruta Mike Campbell. American dream plan B, Fault lines, Red river y Power drunk son algunas de las canciones que nos marcan el pulso de Petty, así como en Forgotten man los primeros acordes abiertos nos traen a la mente su clásico American girl. Pero también hay versiones distintivas como U get me high, con un riff tímidamemte stone o Burnt out town en el que se sumerge en el fango del boogie-blues. Un disco cinco estrellas.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Noche de armónicas

Foto Walter Galeazzi

Jerry Portnoy demostró una vez más que tocar bien la armónica no es soplar y hacer botellas. El tipo domina una amplia gama de matices y variantes. Es muy climático y exigente con la banda que lo acompaña. Eso fue lo que hizo el sábado a la noche, más bien la madrugada del domingo, en la segunda fecha del Buenos Aires Blues Festival. El repertorio fue muy parecido al que realizó en su visita anterior, en mayo de 2012, y los músicos argentinos que lo acompañaron fueron los mismos. La única diferencia esta vez fue el guitarrista y cantante Ricky “King” Russell, que vino en lugar de Josh Fulero, y demostró ser un entertainer de primer nivel.

El show del legendario armoniquista de Muddy Waters comenzó a la 1.40 cuando King Russell, Mariano D’Andrea, Walter Galeazzi y Gabriel Cabiaglia le dieron le bienvenida con el shuffle de Freddie King, Side tracked. Portnoy pisó el escenario casi como un calco de la vez anterior. Un personaje con un aura de la década del 50, pasos lentos, mirada inquisitiva. Tomó una de sus armónicas de una pequeña valija de cuero que tenia junto a la batería y con el micrófono amplificó los primeros acordes de Blues in a dream, tras un brutal y efectivo corte de la banda. Acto seguido, emuló el sonido del tren y King Russell comenzó a cantar Mistery train. El repertorio siguió con Charge it, el único tema que cantó Portnoy, con una voz profunda y cavernosa. Russell, en cambio, con un tono más souleado brilló en Cold, cold feeling. Hubo un instante instrumental con Off the wall, clásico de de Little Walter que también grabó James Cotton.

La banda lo seguía a Portnoy al pie de la letra, en realidad a Russell que fue el nexo entre el viejo maestro y los músicos argentinos. “Ahora vamos a tocar una de Muddy Waters”, anunció Portnoy antes de zambullirse en She moves me. “Muchos de mis amigos se han muerto, pero siempre los mantengo vivos tocando sus canciones”, dijo antes de interpretar Walking by myself, de Jimmy Rogers, y Kidney stew, de Eddie “Cleanhead” Vinson. El momento jazzeado de la noche vino de la mano de Misty, de Errol Garner. Y para el final invitó a Nicolás Smoljan y Natacha Seara para desbordar el escenario de armónicas en Got my mojo working. Eran las 2.40 y el público pedía una más. En La Trastienda no son para nada flexibles ni amables con eso de salirse de su libreto, pero esta vez le concedieron una última canción a Portnoy que cerró con la imponente Dust my broom.

Seara y Smoljan ya habían dado lo suyo antes de Portnoy como artistas exclusivos de Hohner, la marca de armónicas que auspició la segunda fecha del festival. La rubia estuvo acompañada por Pehuién Innocenti en teclados, Rano Sarbach en guitarra, Rafa Franceschelli en bajo y el ex baterista de Pappo, Ricardo “Griego” Alonso, más el aporte en voz de Javier “Ciego” Goffman. El repertorio fue variado e incluyó las exquisites This ain’t what they used to be, Percolation, My babe didn’t come y Just your fool. Rompió el molde con su aproximación latina de Cerezo Rosa, que solía interpretar el Trío Los Panchos e invitó al guitarrista Alambre González para unos solos ácidos en Texas, tema de Edgar Winter.

Foto Walter Galeazzi
Nicolás Smoljan apareció después con su clásica formación, los Shakednacers, integrada por Matías Cipilliano en guitarra, Tavo Doreste en piano, Mariano D’andrea en bajo y Pato Raffo en batería, esta vez con el refuerzo en segunda guitarra del neuquino Rafo Grin. Como siempre, sonaron precisos y con mucho swing. La banda viene regulando un poco el blues de Chicago con al sonido del West Coast. En la media hora que entretuvieron al público tocaron Little girl, de Little Walter; Once 3 AM, un tema propio para el que utilizó una armónica cromática; Take little walk with me, de Robert Lockwood Jr., Thats all I Need, de Magic Sam; y el cierre con Tomorrow night, de B.B. King.

Fue otra gran noche blusera, que contó también con el sonido cuidado y justo de Daniel De Vita. Lurrie Bell fue más visceral y frenético; Portnoy fue más cool y reflexivo. Pero en definitiva, ambas formas representan apenas dos de las tantas variantes que puede ofrecer el blues.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Lurrie recargado

Foto Ramiro Colombatti

Los argentinos tenemos un raro privilegio: somos testigos de la evolución musical del futuro rey del blues. Lurrie Bell todavía no ostenta esa corona porque B.B. King y Buddy Guy están vivos y, sobre todo el segundo, siguen en actividad. Pero a diferencia de ellos, Lurrie no tiene armado un show for export, ni creo que pretenda armarlo, sino que más bien da recitales espontáneos y viscerales cargados de la esencia misma del blues. Por cuarto año consecutivo, el hijo del gran Carey Bell descolló con su guitarra en el escenario de La Trastienda, esta vez acompañado por Nasta Súper y como figura principal de la primera jornada del Buenos Aires Blues Festival.

La fiesta blusera comenzó anoche poco antes de las 12 con la presentación de Ximena Monzón y su banda. La cantante y armoniquista lleva más de un año al frente de este proyecto, que incluye a algunos músicos de Vieja Estación, con el que se propone recrear a los grandes maestros de la armónica. Así fue como en media hora repasó temas de Slim Harpo y Walter Horton, principalmente. Su set incluyó Walter’s boogie, The sun is shining, Scratch my back, Rainin’ in my heart y Need my babe. Ella se mostró más suelta y dueña del escenario y los guitarristas Federico Verteramo y Santiago Espósito adornaron sus canciones con solos apasionados y bien trabajados. La rítmica, a cargo de Mauro Bonamico y Germán Pedraza, sonó contundente. En líneas generales, la banda lució un muy buen ensamble y se destacó el arreglo del último tema en el cual hicieron un loop brillante para terminar.

Foto Mariano Cardozo
Luego apareció GinTonics, otro grupo formado en 2013, y descargó su combo de blues y soul apuntalado en la extraordinaria voz de Andrea Díaz. Arrancaron con un pequeño inconveniente ajeno a ellos: un cable le jugó una mala pasada al teclado de Anahí Fabiani y la dejó afuera de la primera canción, Blues woman, que puso a prueba a la guitarrista María Heer, quien se adueñó de la rítmica y los solos con notable presencia. En el segundo tema, con la banda a pleno, vino lo mejor. Una fabulosa versión de Same old blues, en la que la cantante deslumbró con una voz cargada de dulzura, melancolía y profundidad. En Anytime, de Robert Cray, sobresalió el sonido del hammond de Fabiani entrelanzando notas con la Strato de María Heer. El quinteto, que se completa con la bajista Florencia Rodríguez y el baterista Rodrigo Benbassat, cerró con una de sus composiciones en español, Me ilusioné, que será editada en el próximo álbum de Blues en Movimiento.

Foto CBR Producciones
Y entonces subieron al escenario Los Pepas, ganadores del Tercer Concurso de Bandas de Blues. Una docena de músicos, con una impronta festiva, y la fuerza que aportan los caños, deleitaron a su gente, que los acompañó con muchas ganas y haciéndose notar. Tocaron Hay fiesta y Chicas, wiskhy, rock and roll & boogie, como era de esperarse, pero también bajaron los decibeles para un blues lento junto al Turco Daniel Yaría, que los acompañó en guitarra en Someday after a while.

Foto Ramiro Colombatti
A la una de la mañana, Nasta Súper comenzó con los primeros acordes de Everything gonna be all right. El productor Mariano Cardozo presentó a Lurrie y éste entró con su Gibson 335 y se sumó con unos punteos vibrantes a dedo limpio. Se lo vio de buen humor y recargado. Con cada solo movió las fibras más íntimas de cada uno de los testigos de su magia. Lurre tiene cosas de Albert y B.B. King matizadas con su propio estilo y el sonido de Chicago. Eso lo dejó bien en claro con su interpretación abrasiva de Have you ever loved a woman. Fue tan vehemente que cortó una cuerda y siguió adelante antes de darle lugar a sus laderos, Rafael Nasta y Walter Galeazzi para que también mostraran lo que tenían para dar.

Lurrie cambió la guitarra por una Strato y, mientras el baterista Gabriel Cabiaglia y el bajista Mauro Ceriello lo miraban de reojo esperando la próxima indicación, desató los primeros acordes de Sadie. Toda la banda sonó muy sólida y lo siguió con mucha firmeza y gran ritmo. Lurrie se despachó con Last night antes del bis, para el que invitó a escena a Mauro Diana en bajo, Roberto Porzio en guitarra y Ximena Monzón para soplar su armónica en Messin’ with the kid. Fueron apenas cinco temas en una hora, todos muy efusivos y demoledores, fiel a su estilo, ese que heredó y no va a abandonar jamás.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Blues, soul y Billy Boy


Billy Boy Arnold es uno de los bluseros de la vieja guardia que todavía gira y graba. Con 79 años recién cumplidos acaba de sacar un nuevo disco con mucho soul y bien urbano, muy distinto a su trabajo anterior, de 2012, en el que homenajeó, con formato acústico, al legendario Big Bill Broonzy. The blues soul of Billy Boy Arnold fue editado por el sello Stony Plain y producido por Duke Robillard, quien aporta todo su talento y diferentes matices desde su guitarra. Pero además el disco se ve reforzado por los caños de Roomful of Blues, Bruce Bears en piano, Brad Hallen en bajo y Mark Texeira en batería.

Robillard logró darle un sonido más actual a uno de los músicos más tradicionales de Chicago, que a su vez no resigna su clásico estilo vocal y el sonido expeditivo de su armónica. Algunos de los temas fueron compuestos por Arnold, como por ejemplo Dance for me baby, una de las más crudas interpretaciones de todo el repertorio, y Keep on rubbing, en la que sopla su armónica con tanta soltura que el pequeño instrumento parece un chicle. Entre las más souleadas se encuentran Coal man, que derrocha puro estilo Memphis en cada uno de sus acordes; 99 Lbs., escrita por Donald Bryant; y Don’t set me free, inspirada en la brillante interpretación de Ray Charles.

Otras gemas del disco son Worried dream, de B.B. King, que empieza con Arnold cantando con mucho sentimiento y la guitarra de Robillard que lo acompaña lanzando agujas bluseras hasta que se acopla toda la banda con una fuerza descomunal. También es notable como encara St. James Infirmary, con exquisitos arreglos jazzeros en los que su armónica se retroalimenta con la potencia de la sección de vientos. Arnold también demuestra que puede rockear como en los 50 cuando aborda Nadine, de Chuck Berry.

Billy Boy Arnold y Duke Robillard conformaron una excelente sociedad que quedó plasmada en cada una de las 14 canciones y para el guitarrista no quedan dudas: “Su talento como compositor, cantante, armoniquista e historiador todavía tiene mucho swing, y en este disco él demuestra su aptitud y amor por las muchas facetas del blues”.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Sangre latina, alma de blues

Fotos Guillermo Martínez
Sus pies desnudos recorren el escenario. Lo palpan, lo sienten con intensidad. Los dedos de su mano izquierda se deslizan sobre las cuerdas de su guitarra Graal. Ese contacto orgánico, directo, se traslada al público que percibe al artista completamente involucrado con su música. Así se presenta Gabriel Delta en vivo tras 12 años de ausencia en suelo porteño. Es el reencuentro con su gente, con su casa, con su pasado. Su sangre latina hierve y su alma de blues se sincera.

Domingo por la noche. Afuera llueve y parece que no va a parar nunca. En el Samsung Studio, en el corazón de San Telmo, unas 70 personas esperan que se corra el telón. Los tickets vendidos duplican esa cantidad, pero la tormenta deja a muchos en sus casas. Pero el show debe continuar y el primero en aparecer en escena es el periodista Claudio Kleiman, un amigo del guitarrista radicado en Italia. Lo presenta con emoción y sus palabras dan paso a la música. Gabriel Delta y su banda, formada para la ocasión, comienzan con Back to mother earth, uno de los temas de su último disco, Brothers.

Gabriel Cabiaglia, un viejo alumno del Conejo Trombetta, hermano de Gabriel Delta, se encarga de la batería; Fabián Prado, ex tecladista de Memphis, aporta su swing con el piano y el hammond; Luis Castillo marca el ritmo y los tiempos con el bajo; y Rubén Bloise, ex percusionista de La Bersuit Vergarabat, le da el toque latino al sonido de la banda. El quinto elemento de la formación que respalda a Gabriel Delta es el italiano Paolo Baltaro, coproductor y bajista en el álbum Brothers, que aquí se encarga de la segunda guitarra.

Entre tema y tema, Gabriel Delta dice algunas palabras en un español dañado por tantos años de exilio. “El próximo tema quiero dedicárselo a todos los músicos de blues que, pese las dificultades, siguen tocando en todos lados”. Sandra Vázquez aparece en escena con su armónica y sopla los primeros acordes de Blues everywhere. Todo sigue con mucho ritmo. Gabriel Delta alterna entre temas de su último disco –The painter, Skyless angels, Happiness- y algunos covers como Goin’ down, de Freddie King, la tradicional Queen bee, y Walking blues, de Robert Johnson, para la que se queda solo arriba del escenario con su guitarra y su slide. La sangre latina brota en un instrumental muy apasionado y con Al son del corazón, tema que incluyó en su disco Live, de 2009. También se da el gusto de comparit unos solos con Kleiman en No more time on you y para el bis se despide con Time for goodbye.

El reloj marca que pasaron dos horas desde el comienzo del recital. Gabriel Delta sigue descalzo aunque ya está abajo del escenario. Con la misma pasión que tocó su guitarra y cantó sus blues saluda a todos los que se le acercan para darle un abrazo o felicitarlo. Una persona le dice que la pasó bárbaro y que se divirtió mucho. Él responde: “Eso es lo mejor que me podías decir”.