miércoles, 26 de febrero de 2014

Blues rock motor



Curioso nombre el de Eric Sardinas. Si nunca lo escucharon regístrenlo, porque en las próximas semanas hablaremos mucho de él. Algunos saldrán a criticarlo en defensa del purismo del blues. “Lo que él hace no es blues”, dirán. Los más abiertos, a los que les gustan los solos frenéticos y punzantes, están en la antesala de un show realmente vibrante. La cita con Eric Sardinas & Big Motor será el 10 de abril en el Teatro Vorterix. Confirmado.

La primera vez que escuché a Eric Sardinas fue en 1999. Por aquél entonces yo estaba subscripto a la revista Blues Revue y una de las reseñas de lanzamientos discográficos era sobre Treat me right, su álbum debut. Primero me llamó la atención su nombre, luego la guitarra dobro que sostenía en la foto de portada del álbum y por último los invitados del disco: Johnny Winter y Hubert Sumlin. Lo encargué en una disquería de Belgrano y al cabo de un par de semanas ya lo tenía conmigo.

El disco, editado por el sello Evidence, me fascinó. La fusión de blues rock explosivo con el sonido denso del Delta estaba muy bien lograda. Su técnica con el slide y su voz profunda se amoldaban a la perfección con el estilo salvaje que proponía. Más allá de la furia rockera que mostraba en algunos temas, y que profundizaría en los discos siguientes, en Treat me right se evidenciaba un notable estudio de músicos como Barbecue Bob, Charley Patton, Bukka White y Elmore James, especialmente en los temas acústicos como Cherry bomb y Goin' to the river.

Eric Sardinas nació el 10 noviembre de 1970 en Fort Lauderdale, Florida. A los seis años, fascinado con viejos discos de 78 rpm del blues del Mississippi, empezó a tocar la guitarra. Si bien es zurdo se adaptó para tocar como diestro. Eso tal vez fue clave para moldear su estilo personal que se basa en dos tipos de afinaciones abiertas: una en Sol y la otra en Re.

En los primeros años del nuevo milenio, y tras el éxito de Treat me right, la prensa empezó a compararlo inevitablemente con George Thorogood y Winter. Si bien su técnica es más refinada que la del primero pero no tanto como de la del segundo, Sardinas se abrió camino en el mundo de la música y llevó sus solos incendiarios a distintas partes del mundo. Y cuando digo solos incendiarios no exageró. Resulta que, al mejor estilo Jimi Hendrix en Monterey Pop, en algún momento se le dio por empezar a quemar sus guitarras en vivo. Pero hace unos años, durante un show en Sidney, Australia, las llamas se salieron de control y le provocaron quemaduras de tercer grado. Es probable que ya no la haga más, pero por las dudas lleven matafuegos.

El show de Vorterix será en formato trío y, de no mediar cambios de último momento, Sardinas estará apuntalado por Levell Price en bajo y Bryan Keeling en batería. Así que ya saben: blues-rock motor y una confirmación que llegó ayer, justo en el día de un nuevo aniversario de la muerte de Pappo y como aperitivo madrugador del show que Johnny Winter dará en octubre en el Gran Rex. No se lo pierdan.




domingo, 23 de febrero de 2014

Satisfacción garantizada


El show está garantizado de antemano. Más de cuatro décadas de experiencia y grandes canciones respaldan al músico que, pese a sus 69 años, todavía se muestra jovial y activo. La banda es híper profesional y suena de la manera que un cantante de su talla lo merece. Pero no hay grandes sorpresas en el repertorio, de hecho me resultó muy similar a su show de 2008 en Vélez, aunque aquella vez para mí, al ser el primero que vi de él, me dejó mucho más entusiasmado que este.

El camaleón se presenta en escena vestido con un traje magenta brillante, camisa negra y una corbata a tono. La cabellera, la clásica, firme por el efecto del gel. Su voz, como siempre, rasposa, vibrante y emotiva. La mitad del campo de GEBA tiene sillas para aquellos que decidieron pagar una fortuna para verlo de cerca. Del medio para atrás están lo que pagaron menos por no ver más que lo que muestran las pantallas. El sonido no es el mejor, pero tampoco es pésimo.

Rod Stewart hace lo suyo. Abre con This old heart of mine (Is weak for you), de los Isley Brothers y sigue con su repertorio tradicional que incluye Some guys have all the luck, Tonight's the night, Have you ever seen the rain?, de Creedence, y Twistin´the night away. Sus músicos hacen apariciones por tanda. Primero los saxofonistas Jimmy Roberts y Katja Rieckermann, y luego la multi instrumentista J'anna Jacoby se presenta con un solo de violín. Las tres coristas también muestran lo suyo con mucho fervor.

Su hija, Ruby Stewart, aparece en escena después de Rhythm of my heart y Baby Jane, temas de dos discos olvidables como Vagabond heart (1991) y Body wishes (1983). El viejo Rod aprovecha la presentación de la sucesora y desaparece. Ella canta Just one more day y se gana una discreta ovación. El camaleón regresa al escenario vestido de blanco, y juntos interpretan Forever Young, que termina con un duelo de guitarras y un impresionante solo de batería de David Palmer. Y de blanco sigue para un set acústico con las maravillosas The first cut is the deeper y Have I told you lately, más Brighton Beach, de su último disco Time, en el que recuerda sus años de juventud y la década del 60.

El espíritu del gran Danny Whitten y Crazy Horse dice presente con una sutil versión de I don't want to talk about it y da pie al momento más inequívocamente rockero de la noche: los guitarristas Don Kirkpatrick y Emerson Swinford pasan a primer plano con Sweet little rock & roller, de Chuck Berry, y el camaleón mueve la pelvis a lo Elvis. Una canción más de Time, Can’t stop me now, y Rod Stewart vuelve a delegar el control de mando, esta vez en sus corsitas. Di Reed hace las veces de Tina Turner y con notable registro canta Proud Mary, apuntalada por sus compañeras Kimmi Johnson y Lucy Woodward, más el “rollin’…” profundo del tecladista Chuck Kentis.

Ya pasó más de una hora y pico de show y el final es inevitable. Cuando termina You're in my heart (The final acclaim), dedicado a su querido Celtic escocés, se produce un momento bizarro e inexplicable. Por la pantalla pasan un par de bloopers de esos que vemos por youtube y el los relata como si fueran una gran novedad. Para entonces ya se cambió por tercera vez y luce una camisa a rayas multicolor. El camaleón ofrece un cierre bien a su estilo: rock and roll con la poderosa Hot legs; folk con Maggie May (hermosa intro de mandolina de J'anna Jacoby); disco con Da ya think I’m sexy?; y balada para el bis con Sailing.

En parte es lo mismo de siempre, pero a la gente le encanta. El camaleón del rock puede pifiar en la elección de temas pero no se equivoca en como cantarlos. Eso lo sabe bien, por eso su show es satisfacción garantizada.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Blues de la calle


Biff Scarborough. Retengan este nombre difícil porque en el descansa la esencia del blues. Dueño de un sonido crudo y descarnado, Scarborough canta con profunda convicción y el alma curtida temas inspirados en la vieja escuela del blues. En cada una de sus canciones se percibe la época dorada de Chess y la pasión de los juke joints del Mississippi, así como la influencia de John Lee Hooker, Jimmy Reed, Lightinin’ Hopkins y otras leyendas del género.

“Biff se enamoró del blues, de las guitarras y las chicas al mismo tiempo. Le fue más fácil con la guitarra, aprendió sobre el blues y las mujeres de la manera difícil”, dice en la biografía de su rudimentario sitio web. Scarborough nació hace 70 años en Queens, Nueva York. Se crió en Virginia y vivió aquí y allá hasta que en 2007 se instaló en Los Ángeles, California. Biff es un músico callejero, como dice el gran Mississippi Danny “un verdadero croto del blues”. Uno lo puede encontrar solo con su guitarra resonadora, o acompañado por una banda eléctrica, The Merchants, en la zona de Venice Beach, de espaldas a la inmensidad del océano Pacífico.

Tal vez por estar a metros de las estrellas de Hollywood captó la atención de algunos productores y una de sus canciones fue usada en la serie True blood, de HBO. Otro de sus temas fue incluido en House, protagonizada por un confeso amante del blues, Hugh Laurie.

Su voz resume años de whiskey, tabaco, noches de insomnio, largos peregrinajes y hasta un pre infarto que lo hizo reflexionar sobre la vida y la muerte. Eso se traslada a sus nuevas canciones, trece de las cuales integran su flamante álbum I still ain't satisfied, el tercero de su carrera luego de Six figure blues (2012) y Lingering showers (2005).

Más allá de que la guitarra sea su instrumento principal, Scarborough también toca el bajo, el piano y la batería. I still ain't satisfied ofrece una mixtura de blues acústico y eléctrico, con un par de baladas y hasta una canción, I wanna go home, insipirada en los viejos field hollers. Él canta sobre experiencias pasadas. Su vida es su cancionero y la frase que lo resume dice así: “El dinero no compra la felicidad y a la pobreza tampoco”.


domingo, 16 de febrero de 2014

Cold as ice


En octubre de 2012, Jimmy Burns se presentó por primera vez en la Argentina y dio un show memorable en La Trastienda, según me contaron muchos de los que fueron. Sobre el final se desprendió de la banda y solo con su guitarra interpretó Cold as ice. Pese a que la melodía y la estructura de la canción estaban alejadas de lo que esperan los bluseros más tradicionalistas, la versión dejó a casi todos en estado de trance. Yo me perdí ese show pero tuve mi revancha con Mr. Burns en julio del año pasado en Chicago. Fui a verlo a Rosa´s, en una presentación en solitario. El maestro relataba una breve historia antes de cada canción. Recordó a John Lee Hooker, Big Joe Turner y Sam Cooke hasta que dijo: “Ahora voy a interpretar este tema de una banda de rock de los setentas que solía escuchar en la radio. Espero que lo disfruten”. Entonces lanzó los primeros acordes de Cold as ice y la magia se apoderó del entorno, aunque aquí, a diferencia de La Trastienda, no había más de diez personas mirándolo.

Jimmy Burns versionó el tema en su álbum de 2011, Stuck in the middle, en el que decidió explorar las fronteras del blues con covers de los Beatles (Get back), John Hyatt (Feels like rain) y algunos temas más souleros. El disco, por si no lo escucharon, es altamente recomendable, porque el viejo bluesman demuestra que la música supera todo tipo de encasillamientos.

Cold as ice fue un gran hit en 1977. Apareció en el disco debut del grupo neoyorquino Foreigner, liderado por el inglés Mick Jones, quien antes había tocado en la banda de Leslie West. Ese primer álbum de la banda dejó además otros clásicos como Feels like the first time y Long, long way from home. Foreigner, al igual que Journey, Styx y REO Speedwagon. dieron pelea sobre el fin de la década para mantener el rock de arena en la primera plana, ante el avance furioso del punk y la música disco.

El tema fue escrito por Jones y el vocalista Lou Gramm y habla sobre una mujer fría de sentimientos: Eres tan fría como el hielo / Está dispuesta a sacrificar nuestro amor / No aceptas consejos / Un día pagarás el precio / Lo he visto antes, pasa todo el tiempo / Cierras la puerta y olvidas el mundo. Con una melodía muy distintiva y cierta épica característica de la época, en el año de su lanzamiento llegó a estar sexta en el ranking de los US Pop Charts, aunque eso es anecdótico. Más allá de la extraordinaria versión de Jimmy Burns, el tema fue interpretado por bandas y solistas con estilos muy diversos al original: Phish, los rappers de M.O.P, Eminem o el DJ escocés Scott Brown.





jueves, 13 de febrero de 2014

De Austin con cariño


Pese a que su nombre sigue sin despertar mucha atención, David Grissom está haciendo lo suyo desde mediados de los 80. Sus solos, sus riffs, sus aportes anónimos son más conocidos que él. Es cuestión de repasar su carrera: integró la banda del honky tonker Joe Ely y luego la de John Mellencamp. En 1994 se unió a la fugaz pero extraordinaria Storyville, junto a la sección rítmica de Stevie Ray Vaughan, Chris Layton y Tommy Shannon. También a mediados de los 90 empezó a ser invitado regular en las giras de los Allman Brothers, algo que se mantiene hasta el día de hoy. Mientras siguió colaborando en sesiones de grabación de artistas como Buddy Guy, Dixie Chicks, Bob Dylan y Bobby Whitlock. En paralelo tuvo su carrera solista, siempre discreta, apuntalada en un puñado de discos interesantes pero de poca circulación.

Ahora, este nativo de Austin, Texas, cuna de extraordinarios guitarristas, acaba de lanzar su cuarto álbum solista, el que promete posicionarlo en el mainstream de la música de raíces, americana como le gusta llamarla a los gringos. Si bien How it feels to fly fue editado por el mismo sello que los álbumes anteriores, Wide Lode Records, esta vuelta parece que la difusión es mucho más amplia.

El disco tiene doce canciones. Ocho fueron escritas por él y dos junto al músico de country y bluegrass Chris Stapleton. Las dos restantes son extraordinarios covers en vivo de Jessica, de los Allman Brothers, con solos tan potentes y profundos que emocionarían al mismísimo Duane Allman, y Nasty dogs and funky kings, de ZZ Top.

En general al álbum lo mueven los poderosos riffs de guitarra –Grissom toca un diseño exclusivo de Paul Reed Smith- y algunas melodías seductoras como las de Gift of depression o el tema que da nombre al álbum. Si bien el disco apenas tiene retazos bluseros, el primer tema, Bringin’ Sunday mornin’ to saturday night, está dedicado a una leyenda del blues: “Lightnin' Hopkins lightin' up the third ward / Tellin' each story with a low-down chord." Los músicos que lo acompañan -Stefan Intelisano (teclados), Bryan Austin (batería) y Scott Nelson (bajo)- dejan el ritmo ardiendo para que Grissom haga lo suyo.

La prestigiosa revista Guitar Player lo definió así: “Imaginen un encuentro entre Eric Clapton, Billy Gibbons, Brent Mason y Albert Lee… la maestría musical de Grissom les dejará la mandíbula abierta”. How it feels to fly es un disco súper recomendable, de Austin con cariño, buenas canciones, y largos y entretenidos viajes instrumentales que no sólo disfrutarán los guitarristas, sino los oyentes en general.


sábado, 8 de febrero de 2014

Robben Ford ataca de nuevo


Robben Ford es uno de esos músicos que uno puede reconocer con apenas escuchar un par de notas. Ese sello indeleble lo dejó plasmado en cada uno de los discos que grabó en las últimas décadas. Desde sus participaciones junto a Jimmy Witherspoon o su paso por la banda familiar The Ford Blues Band hasta sus extraordinarios discos solista de fines de los 80 y comienzos de los 90 -Talk to your daughter, The Blue Line, Mystic myle-, Ford siempre se caracterizó por su forma sublime de tocar la guitarra y por su magistral vocalización.

La historia también cruzó a Robben Ford con tipos como Miles Davis o Charlie Musselwhite y más recientemente con Larry Carlton. Y el guitarrista californiano siempre se mantuvo fiel a sí mismo. Algunos podrán pensar que tanta diversidad atenta contra un estilo, pero eso es un error. En el caso de Robben Ford esa versatilidad para transformarse es su máxima virtud.

Con A day in Nashville, su flamante álbum, ataca de nuevo y sigue la línea del anterior, Bringing it back home. Si bien el título sugiere un desembarco del guitarrista en la música country, se trata más bien de un híbrido entre el blues y el R&B, con algunas pinceladas jazzeras casi imperceptibles. El título refleja que el disco fue grabado en apenas un día. “Nueve canciones en un día. Eso normalmente toma algún tiempo. El crédito se lo llevan los músicos que me acompañaron”, dijo Ford en una entrevista reciente. La banda en cuestión está conformada por uno de los ex guitarristas de los Black Crowes, Audley Freed; Ricky Peterson en teclados; Brian Allen en bajo; Wes Little en batería; más la destacada participación del trombonista Barry Green.

Siete de los temas fueron compuestos por Ford para este álbum que, según sus palabras “lo grabamos en un ambiente controlado pero con el espíritu de un show en vivo”. Una de esas canciones es la humorística Ain’t drinkin’ beer no more, en la que se destaca el ritmo contagioso, un notable solo de guitarra y unos coros con mucha onda. Los dos covers del álbum son una versión más funky que la original de Cut you loose, de James Cotton, y Poor Kelly blues, de Big Maceo.

A day in Nashville es un disco excelente. No se trata de una puesta en escena ambiciosa, sino más bien de canciones que van hacia la médula misma de la música, ahí donde los artistas que buscan rédito comercial difícilmente lleguen. Robben Ford pela sus solos con la combinación justa de talento y sentimiento. Y eso es lo que realmente cuenta.

martes, 4 de febrero de 2014

Aquellos blues de antaño

Tana Spinelli – Big road blues. Acompañada por el armonicista Horacio Cuadrelli, la cantante y guitarrista, songster como le gusta a ella, interpreta 17 temas que nos remontan a la época más primaria del blues, algo que la Tana ya había logrado con mucha pasión en su anterior disco, Brave. Doce de las canciones son clásicos de preguerra como la maravillosa Hard time killing floor, de Skip James; Some cold rainy day, de Bertha “Chippie” Hill; Screaming & cryin’, de Blind Boy Fuller; y Born and livin’ with the blues, de Sonny Terry y Brownie McGhee. Entre la selección de covers, tres de ellos pertenecen a Ernest Lawlers, apodado Little Son Joe, aunque es más recordado por haber sido el marido de la gran Memphis Minnie. La Tana y su compañero también compusieron cinco canciones inspiradas en esa época dorada del blues, los work songs y los spirituals. Al dúo, en algunos tracks, se les suma el guitarrista Andrés Magallanes. El disco tiene otra particularidad y es su edición de lujo: viene en una lata circular y con un certificado con el número correspondiente de una edición limitada. Big road blues, el clásico que Tommy Johnson compuso en 1928 y que en los sesenta inspiró a Canned Heat a componer On the road again, cobra un nuevo sentido ahora en 2014 de la mano de la Tana Spinelli, quien una vez más renueva su compromiso con la música que ama.

Semilla Negra – En vivo. El dúo rosarino acaba de lanzar su primer DVD, que fue grabado el 12 de abril del año pasado durante una presentación en el Teatro Empleados de Comercio de esa ciudad. Natalia Nardiello y Florencia Ruiz interpretan 19 canciones que nos llevan en un viaje imaginario por el sur rural de los Estados Unidos a comienzos del siglo XX o la ciudad de St Louis en la década del 30; y nos reviven a las grandes cantantes de vaudeville o a los presos ardiendo bajo el sol entonando sus work songs. Se trata de esta presentación memorable y cuidada que tuvo a ellas como protagonistas, pero que además contó con invitados como el armonicista Jacobo López, el guitarrista Mario Elena y el clarinetista Vladimir Garbulsky. Natalia Nardiello es una excelente pianista, con el pulso cargado de boogie, que además toca el kazoo (instrumento de caña que se inventó en Alabama) y hace percusión. Florencia Ruiz canta y se destaca principalmente con el banjo. Entre las dos, interpretan canciones tradicionales como Trouble in mind, Alberta y Just a closer, y además hacen un fuerte hincapié en dos históricas del género: Bessie Smith y Memphis Minnie. Como bonus hay una hermosa versión de When I’m 64 de los Beatles, con López haciendo sonar la tabla de lavar y el aporte sutil del clarinete de Garbulsky, más una melódica vocalización de Florencia Ruiz. El DVD trae también una breve reseña de la historia de las mujeres del blues.

Ambos discos representan una celebración de la música de antaño, que pese al paso del tiempo y el avance de la tecnología, sigue calando hondo en algunas almas porfiadas, que asumieron el compromiso de no dejarla morir.