sábado, 30 de marzo de 2013

Una vida dedicada al blues

Tal vez muchos jamás escucharon hablar de él. Pero fue una figura muy importante del blues del Mississippi. No era músico, pero los conoció a casi todos: desde Ike Turner hasta John Lee Hooker. Frank Ratliff, más conocido como Rat y dueño del legendario Riverside Hotel de Clarksdale, murió hace un par de días.

El dato me llegó a través de Willy Lojo y luego de recibir su mail empecé a buscar más información en Internet, pero no encontré casi nada, salvo por unas pocas líneas en un website holandés especializado en blues, que para poder entender tuve que recurrir a un traductor online. Tal vez con el correr de los días aparezcan algunos obituarios sobre este personaje que dedicó su vida a la preservación del blues. Espero que así sea.

Bessie Smith
A Rat lo conocí el año pasado durante mi viaje por el Mississippi. Cuando llegué a Clarksdale me alojé en un Travelodge Inn, que había reservado previamente, y salí a recorrer los sitios de interés. Primero pasé por el motel, pero Rat no estaba y una pareja que estaba sentada en el sillón de la vereda me dijo que volviera más tarde. Entonces fui a ver el monumento al Crossroads de Robert Johnson y luego el Delta Blues Museum. Por la tarde regresé entusiasmado, pero Rat no me dejó entrar. “Esto no es un museo –me explicó-, es un hotel. Si yo dejara entrar a todos los que vienen con intención de verlo, molestarían a los huéspedes”. Intenté convencerlo, pero no hubo caso. El tipo se mantuvo firme. Asomé la cabeza y vi de refilón los marcos de las fotos que colgaban de las paredes. Le hice una pregunta más y su respuesta me sorprendió: la habitación en la que Bessie Smith murió desangrada en 1937 era ocupada regularmente por visitantes. Yo pensaba que la mantenían aislada e impoluta. Pero no es así. Más allá de que me fui con un poco de bronca por no haber podido entrar, finalmente comprendí que la explicación de Rat tenía mucho sentido.

El Riverside existe desde 1944. Antes, en la misma propiedad, funcionaba el precario hospital G.T. Thomas, exclusivo para afroamericanos y es por eso que la Emperatriz del Blues murió allí luego de sufrir un accidente automovilístico. La madre de Rat, Z.L. Hill, primero ayudó a la antigua propietaria a ampliar los ambientes –así pasó de tener ocho a 21 habitaciones- y tiempo después, en 1957, finalmente compró el predio. Durante esos años, el Riverside dio alojamiento a los negros que eran segregados en otros establecimientos. Así fue como por allí pasaron infinidad de noches figuras notables como Duke Ellington, Sonny Boy Williamson, Robert Nighthawk, Muddy Waters, John Lee Hooker y Sam Cooke. La leyenda también dice que en el motel nació el rock and roll, ya que en la habitación Nº 7 Ike Turner y Jackie Brenston compusieron el tema Rocket 88.

La señora Hill murió en 1997 y desde entonces el hotel fue manejado por su hijo, quien se ocupó de preservar su historia, que en definitiva es parte de la historia grande del blues. Esperemos que su muerte no sea también la del motel, y que quien siga al frente lo conserve tal cual está.

martes, 26 de marzo de 2013

Bonamassa acústico

Parece que lo único que le falta a Joe Bonamassa es grabar un disco de tango… aunque por ahora eso no estaría en sus planes. Luego del disco de soul junto a Beth Hart, los álbumes bien rockeados de Black Country Communion, el jazz fusión de Rock Candy Funk Party, y sus propios trabajos solista, Bonamassa le da una vuelta de tuerca más a su talento con el lanzamiento de un álbum doble en vivo completamente acústico.

An acoustic evening at the Vienna Opera House es un verdadero lujo. Primero por el escenario, uno de los sitios musicales con más historia de Europa -inaugurado en 1869 y reconstruido después de la Segunda Guerra Mundial-, que tiene una acústica perfecta. Y segundo por la calidad de los músicos en escena . A Bonamassa lo acompañan Lenny Castro en percusión, Gerry O’Connor en banjo y violín, Mats Webster en nyckelharpa (un instrumento de cuerda de origen sueco), y Arlan Schierbaum en acordeón, piano y órgano. Cada uno de esos instrumentos aporta sutilezas y sonidos exquisitos a las canciones, en su mayoría, del repertorio típico del guitarrista nacido en New Hartford.

El álbum comienza con una suite instrumental brillante y luego da paso a Palm threes, helicopters and gasoline, de su disco You & me, de 2006. Sigue con Jelly roll, de John Martyn, Dust bowl y Around the bend. Y alcanza un nivel superlativo de interpretación con Slow train, en el que los instrumentos conforman una hermandad sobrenatural. En Athens to Athens, de Black Rock (2010), la suma de todos las cuerdas más una percusión alienada le da una vitalidad única a la versión. El repertorio continúa con otros excelentes temas: From the valley, con una intro con slide sencillamente magnífica; The ballad of John Henry rezuma pasión y misticismo; Dislocated boy escupe una fuerza visceral que se manifiesta en la combinación de guitarra y timbales; y en Driving towards the daylight afianza aún más la melodía devastadoramente posesiva.

El segundo disco comienza con Bonamassa diciendo “Let’s play some blues, shall we?”, antes de los primeros acordes de High water everywhere, legendario tema de Charley Patton que retrató las inundaciones que arrasaron el sur y centro de los Estados Unidos entre 1926 y 1927. Sigue en clave de vaudeville, con el sonido del piano en primer plano, con Jockey full of bourbon, de Tom Waits. En Richmond, una composición propia, se luce otra vez la combinación de cuerdas; y retoma enseguida la senda del viejo blues con un cover vibrante de Robert Johnson, Stones in my passway. Dos temas con impronta épica reafirman el repertorio: Ball peen hammer y Black lung heartache. El final es a toda máquina y concatena tres temas clásicos –y dinámicos- de su carrera: Mountain time, Sloe gin y Woke up dreaming, en el que sus solos recuerdan a los mejores pasajes de Viernes por la noche en San Francisco, el emblemático show de Paco de Lucía, Al di Meola y John McLaughlin. La última canción, Seagull, es un tema que Paul Rodgers grabó durante su época de Bad Company.
 
Una vez más, Bonamassa exhibe su talento y hace gala de su virtuosísimo tocando más de diez guitarras acústicas, entre las que se destacan cinco Martin, tres Gibson, una Guild de doce cuerdas, una National Dobro y una Grammer inspirada en Johnny Cash. Todavía no terminó el primer trimestre del año y este es su segundo lanzamiento, así que no debería sorprendernos si aparece otro disco suyo dentro de algunos meses. Mientras tanto, con este show en vivo tenemos para disfrutar un largo rato.

sábado, 23 de marzo de 2013

Novedades del blues local

The Jackpots – Acoustic blues. El segundo disco de los Jackpots, la banda patagónica que en 2010 sorprendió con el extraordinario Playin’ the blues (by the rules), es enteramente acústico, aunque no es necesariamente country blues. Damián Duflós y Rafo Grin, mano a mano, armónica y guitarra, y un puñado de covers que reflejan sus influencias, y tres temas propios que muestran que siguen componiendo tal como lo hicieron para el álbum anterior. El dúo está en un nivel fabuloso. Las diez canciones suenan como si en vez de vivir en Neuquén lo hicieran en Clarksdale o en las afueras de Chicago. En su primer disco, Duflós demostró que era un excelente armonicista, cargado de recursos y con un feeling fantástico. Aquí ratifica todo eso, pero además ha mejorado muchísimo como cantante. Su pronunciación del inglés es casi perfecta y los tonos recuerdan a los de varios viejos bluesmen. Rafo Grin lleva las riendas desde las seis cuerdas y tiene una técnica soberbia. En algunos temas acompaña en coros a su socio y la sinergia entre ambos parece indestructible. Los Jackpots, así, aportan lo suyo a la historia de los dúos del blues, algunos que trascendieron a su época como Sonny Terry y Brownie McGhee o John Cephas y Phil Wiggins. Reinterpretan temas de Muddy Waters, Robert Johnson, Elmore James, Jimmy Rogers y Jimmy Reed, aunque lo mejor está, me parece, en sus propias composiciones, especialmente en el track que abre el disco: Can’t live happy (this way). Lo sorprendente es que lo grabaron en apenas cuatro horas y eso además aporta la frescura de la espontaneidad.

Delta Catfish – Cuarenta y cuatro más cinco. El primer EP de la banda de Ramos Mejía es la materialización del premio que obtuvieron a mediados del año pasado: fueron los ganadores del Primer Concurso de Bandas organizado por Blues en Movimiento y La Escuela de Blues. El primero de los tres temas es un viejo blues de Ray Charles, You're just about to lose your clown, que el armonicista Alejandro Álvarez y compañía lo llevan con buen swing y un ritmo más cansino que el original. La armónica suena vital, el cantante Emiliano De Lío se muestra cómodo en el fraseo vocal y Martín Costa logra un buen solo de guitarra. Siguen con Just your fool, de Little Walter, un tema hecho a la medida de Álvarez, que sopla con fuerza y agallas. Daniel Chusit y Germán Cuervo llevan el ritmo con soltura y De Lío canta con dominio de situación, aunque aquí el solo de Costa presenta algunas dudas y suena como desorientado. El último track es Forty four: la banda reproduce el clásico de Howlin’ Wolf con personalidad, apasionados solos de armónica y unos golpes de la batería que le dan mayor ímpetu a los cortes. El álbum fue grabado, mezclado y masterizado en La Escuela de Blues, bajo la estricta supervisión de Mauro Diana y Gabriel Cabiaglia. Cuarenta y cuatro más cinco es el puntapié inicial de lo que será su primer disco, que tal vez vea la luz en algún momento de este año.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Storytellers contemporáneos

Anders Osborne / Grayson Capps
Esta es la historia de dos músicos que tuvieron vidas distintas, pero una misma pasión como hilo conductor. Ambos, después de mucho peregrinar, terminaron en Nueva Orleans. Uno, Anders Osborne, muy lejos de su Suecia natal; el otro, Grayson Capps, dejando atrás el pequeño poblado costero de Fairhope, en Alabama. Los dos pasaron por Tipitina, un emblema de la música de la ciudad creciente y hoy, por adopción, son sus hijos pródigos.

Los dos tienen poco más de 45 años y características físicas similares. Tienen aspecto de surfers, con sus largos pelos rubios y sus barbas, sus cuerpos flacos y la ropa que usan: camisas gastadas o remeras desteñidas y jeans. Ambos suenan crudos y viscerales cuando quieren, pero también son melodiosos y profundos. Sus letras reflejan lo que se vive en la calle. La lírica ácida y mordaz de Grayson Capps es comparada con la de Tom Waits, aunque su música tira más al blues y al folk. Osborne tiene impregnada la esencia musical de Nueva Orleans y es uno de los narradores contemporáneos más perspicaces.

También hay diferencias sustanciales que marcaron trazos separados en las vidas de estos dos intérpretes. El padre de Capps era escritor, pintor y escultor; mientras que el de Osborne, músico de jazz. Capps llegó a Nueva Orleans para estudiar actuación en la Universidad de Tulane; Osborne lo hizo luego de viajar por el mundo haciendo dedo. Para 1989, cuando Capps terminó la facultad y comenzó a tocar la guitarra de manera más regular, Osborne ya llevaba cuatro años tocando en las calles del French Quarter y editaba Doin’ fine, su primer disco para un sello independiente. Poco después Capps se sumaría a una banda de trash folk, House Levelers, con la que en 1991 grabó el primer y único disco para el sello de Tipitina.

Luego de su segundo trabajo independiente, Break the chain (1993), el sueco comenzó a girar por los Estados Unidos y así pudo dar un gran paso en su carrera: en 1995 fue contratado por el prestigioso sello Okeh, de Sony, y grabó su primer álbum oficial. Con Wich way to here se presentó a un público más masivo y dejó en claro que además de ser un gran intérprete, como ya venía mostrando, se estaba esmerando para escribir buenas canciones. Capps seguía buscando su norte y junto a John Lawrence formaron Stavin' Chain. A comienzos de 1998, firmaron con la compañía discográfica alemana Ruf y un año después editaron su único álbum, llamado como la banda y producido por el bluesman John Mooney. Capps y Lawrence escribieron todas las canciones, pero una, especialmente, se convirtió en un himno conemporáneo de Nueva Orleans: Poison tiene la magia del cha cha, del calipso, del blues, del zydeco y todos los sonidos que brotan de esa tierra multicultural. Pese al éxito del disco, Stavin’ Chain se disolvió.

El show de Osborne se volvió uno de los más calientes tanto en el French Quarter como en Frenchmen Street. Por eso el sello Shanachie le hizo un jugoso contrato que incluyó cuatro discos solistas de estudio, uno en vivo y el restante junto al jefe indio Mardi Gras, Monk Boudreaux, que le valió el reconocimiento de los más fervientes defensores de la tradición de la ciudad. Fue como una especie de ceremonia de naturalización. Pero el huracán Katrina modificó su visión sobre muchas cosas e influyó notablemente en sus canciones. Su excelente álbum Coming down, de 2007, es un manifiesto sobre esa época aciaga.

Una novela de su padre le dio a Capps una gran oportunidad cuando la directora de cine Shainee Gabel decidió llevarla a la pantalla grande. A love song for Bobby Long fue estrenada en 2004 y el reparto estuvo encabezado por John Travolta y Scarlett Johansen. La banda de sonido incluía temas de Lightinin’ Hopkins, Los Lobos, Magic Slim y Grayson Capps, quien además tuvo un pequeño rol en el film.

Desde entonces, ambos músicos no paran de componer, tocar y grabar. En 2010, Osborne firmó contrato con Alligator Records y ya editó dos álbums y el flamante EP, Three free amigos. Capps grabó cinco discos magníficos para dos sellos distintos, más pequeños que el de Bruce Iglauer, pero con una buena red de distribución en gran parte de los Estados Unidos. Los dos relatan historias sobre lo que los gringos llaman la “América profunda”. Ellos son los narradores del desaliento, del amor, de la esperanza, de la frustración. Son dos storyteller modernos que componen canciones para la posteridad.

domingo, 17 de marzo de 2013

Diez discos de jazz para los amantes del blues

Este es un viejo post que escribí para La Casa del Blues, pero creo que todavía está vigente.

John Coltrane - Coltrane plays the blues (Atlantic, 1960). Escuchar a John Coltrane no debería ser un placer exclusivo de los amantes del jazz. Coltrane fue un músico fuera de serie: inigualable, irreemplazable e inolvidable, que merece ser escuchado por todos. Y este es un gran disco para empezar a hacerlo. Con McCoy Tyner en piano, Steve Davis en bajo y Elvin Jones en Batería, Coltrane realmente toca los blues de una manera visceral y muy personal.

Miles Davis - Kind of Blue (Columbia, 1959). "Mi forma de tocar está inspirada en Miles y Coltrane. Particularmente en el disco Kind of blue. En los últimos años escuché ese disco tantas veces que casi no escuché otra cosa", dijo Duane Allman en 1970. Este álbum de Miles -acompañado, además de Coltrane, por Bill Evans y Cannonball Adderley, entre otros- fue calificado por los críticos especializados como el mejor disco de jazz de la historia. Sentó las bases definitivas del cool y estableció a Davis como genio del jazz moderno.

Dizzy Gillespie - Cognac blues (Gitanes/Universal, 1952/1953). Dizzy Gillespie fue el maestro de la trompeta y el alma del bebop. Cognac blues es uno de sus mejores discos y fue grabado en París entre marzo de 1952 y febrero de 1953. Es un disco suave y profundo, destila puro sentimiento y contiene unas de las mejores versiones de Summertime. Todo lo que vendría después en el mundo del jazz tiene mucho que ver con la música de este álbum.

Branford Marsalis - I heard you twice the first time (Columbia, 1992). "Y entonces aprendimos el verdadero propósito de los blues escuchando Preaching blues de Son House", dice Delfeayo Marsalis, uno de los hermanos de Branford y Wynton. Y así es. En este álbum el saxofonista rinde un homenaje al blues y a los bluesmen. Y como invitados están nada más y nada menos que B.B. King, John Lee Hooker, Joe Louis Walker y la cantante Linda Hopkins. Son fantásticos los solos de guitarra de Russell Malone en el tema Rip Tip Johnson.

Count Basie & Oscar Peterson - Night Rider (Pablo, 1978). Peterson y Basie. Basie y Peterson. Dos pianistas magistrales con swing, groove, sentimiento e instinto de blues. El cuarteto -con John Heard, en bajo, y Louis Bellinson, en batería- suena con convicción y va siempre para adelante con mucho ímpetu. El álbum tiene seis temas: los más destacados son Night rider, Blues for Pamela y 9:20 blues.

Ella Fitzgerald - These are the blues (Verve, 1964). Se puede decir que hay infinitos discos de Ella Fitzgerald. También podría afirmarse que este fue su único álbum de blues en 30 años. Con una verdadera selección detrás (Ray Brown, en bajo; Herb Ellis, en guitarra; Wild Bill Davis, en teclados; Roy Eldridge, en trompeta; Gus Johnson, en batería), Ella se balancea con alma entre los doce compases y versiona temas de Leroy Carr, Ma Rainey, Bessie Smith y W.C. Handy.

Dinah Washington - Back to the blues (Roulette, 1962). Una voz dulce, melancólica, profunda que se debate entre el góspel de su infancia y el blues de su adultez. Este disco fue grabado entre julio y noviembre de 1962 y cuenta con la exquisita guitarra de Billy Butler y los arreglos de Fred Norman. Dinah Washington es una de esas cantantes que conmueven cada vez que suena uno de sus discos. Murió al año siguiente de haber grabado este álbum.

Duke Robillard & Herb Ellis - Conversation in swing guitar (StonyPlain, 1999). El alumno se junta con el maestro. Herb Ellis tocó con Ellington, Armstrong, Ella, Billie Holliday y Oscar Peterson. Duke Robillard es uno de los guitarristas de blues más innovadores. Los dos se sentaron con sus guitarras e hicieron un disco formidable. Blue brew es un tremendo y sufrido blues y Flying home, de Benny Goodman, tiene un swing infernal.

Archie Shepp & Horace Parlan - Trouble in mind  (SeepleChase, 1980). Clima de bar. Poca luz, humo espeso en el aire y penetrante olor a whisky. Sólo saxo y piano interpretando clásicos de blues como Goin' down slow, See see rider, How long blues y Nobody knows when you're down and out. Un sonido denso y estremecedor. Fue grabado en 1980 en Dinamarca y editado por un sello europeo.

Jimmy Smith - Got my mojo workin' / Hoochie Coochie man (Verve, 1965 / 1966). Smith fue el gran maestro de los teclados hammond y uno de los mejores exponentes del hardbop. Este disco doble -como su título doblemente muddywatereano lo sugiere- es un cd enteramente de blues, pero en el que el groove flota en el aire con estilo. En Got my mojo workin', Smith cuenta con la participación en guitarra de Kenny Burrell. Y en Hoochie Coochie man es imperdible la versión de (I can't get no) Satisfaction, de los Stones.

viernes, 15 de marzo de 2013

Dos discos imprescindibles

Nunca es tarde para recomendar buenos discos. Estos dos, que conseguí hace poco, tienen un par de años y son extraordinarios.

Diego Czainik – Cherry red. Debe ser uno de los dos o tres discos debut del blues nacional más contundente que haya escuchado. Las 11 canciones que conforman Cherry red fueron interpretadas con talento y mucho feeling. La voz de Diego Czainik tiene un tono que recuerda por momentos al de Big Joe Turner o al de Eddie Vinson, y su pronunciación del inglés es soberbia. La producción, a cargo de Fernando Goin, resultó fundamental. Logró captar qué era lo que el cantante necesitaba para lucirse: los músicos para acompañarlo, los arreglos, los tiempos. La música es en esencia acústica, aunque con algunos retazos eléctricos. Goin se encarga de las guitarras y el bajo, mientras que Fernando Zoff y Carlos Rotondaro se reparten la batería. Además participan Nicolás Raffetta (piano), Luis Taboada (guitarra), Santiago “Rulo” García (guitarra), Pablo Odriozola (contrabajo) y Mauro Diana (bajo); todos ellos músicos de primer nivel. Lo mejor del disco, y estimo que por eso lleva su nombre, es su versión de Cherry red. Es profunda y auténtica. Su voz destella por encima de la barrida musical que promueve la combinación del piano con la guitarra con slide, y el ritmo sostenido del contrabajo y las escobillas repiqueteando el redoblante. En Shake rattle & roll logra un efecto parecido al anterior. El cantante también se siente a gusto cuando se interna en lo más profundo del Mississippi con I’ll believe I’ll dust my broom, de Robert Johsnon, e It hurts me too. Kansas City y Roll ‘em Pete son otros de los exquisitos tracks del disco. Sobre el final, Czainik se anima a uno de los temas más hermosos y conmovedores de la historia de la música negra, Nobody knows you when you’re down and out, y le sale realmente bien. Con Cherry red, Czainik demostró que es un verdadero bluesman con un futuro enorme.

Víctor Hamudis – One foot in the blues, one foot in the country. Hamudis tiene una vasta experiencia y hoy es uno de los músicos más interesantes de la escena local. Hace poco llegó a mis manos este álbum sublime, editado en 2009, en el que el guitarrista nos regala temas propios que parecen haber sido creados en algún punto de ese triangulo que conforman los estados de Tennessee, Alabama y Georgia. Al igual que el álbum de Czainik, tiene 11 canciones cantadas en inglés, aunque aquí no hay ningún cover. Sobrevuelan sus interpretaciones las influencias de J.J. Cale, Allman Brothers, Delaney & Bonnie y otras bandas sureñas. La voz de Hamudis es tenue, sencilla y encaja a la perfección con las melodías. Walking, en formato de trío, con Daniel Altieri en bajo y Pato Raffo en batería, es alucinante. En In your home, Hamudis rasga las cuerdas de una guitarra acústica con un discreto acompañamiento de la sección rítmica y un solo de acordeón a cargo de Matías Martinelli, que nos remonta a una balada setentosa que tranquilamente podría haber interpretado Eric Clapton. Snake farm es todo lo contrario: es más bluseada y Hamudis propone una disputa de guitarras eléctricas con Pol Castillo. En Try, try, try brota el espíritu del southern soul y para ello la voz de Alejandra Val juega un rol esencial. Hamudis sigue solo con su guitarra acústica interpretando Guitarmen, como si fuera un nómade atravesando rutas solitarias. Para los últimos cuatro temas se refuerza con una banda de lujo: Pato Raffo sigue al frente de la batería, esta vez con el gran Mariano D’Andrea en bajo y Yalo López en guitarra eléctrica. Ocasionalmente aparecen en teclados Marcelino o Gabriel Gerez. In the garden es tal vez el tema mejor logrado del álbum y Running with the wolf refleja el traqueteo de un tren con destino incierto. Evil woman tiene unos solos de guitarra alucinantes, con Yalo López haciendo gala de su slide y Take it away suena bien campestre, especialmente por el aporte de Pablo Hadida con la steel guitar. One foot… es una obra formidable, que refleja la convicción de un artista notable que eligió hacer lo que realmente ama por encima de toda consideración comercial.

martes, 12 de marzo de 2013

Viejos piratas del blues

Estos tres discos acaban de ser lanzados y muestran que los viejos piratas aún siguen dando pelea.

Eric Clapton – Old sock. En la portada del disco Clapton, de 2010, se lo ve formal y prolijo. En la de este nuevo álbum, en cambio, se lo ve relajado y un tanto fuera de foco. Las fotos de tapa dicen mucho. Si Clapton fue un álbum más jazzeado y maduro, Old sock es la contracara. Aquí, el guitarrista inglés dedica buena parte del repertorio al reggae y a recrear viejos temas folkies. Comienza con una versión de Further up on the road, de Taj Mahal, que se parece mucho a la versión de Jack Johnson. Ese espíritu festivo se mantendrá a lo largo de las doce canciones. Hay buenas versiones de Angel, de su eternamente admirado J.J. Cale; Your one and only man, de Otis Redding; y Till your well runs dry, de Peter Tosh. Sorprende con una notable interpretación de Still got the blues, de Gary Moore, mucho más bluseada que la original y no tan pastiche para FM. Y la Goodnight Irene, de Leadbelly, con la combinación de guitarra con slide y acordeón, suena muy auténtica. El disco cuenta con invitados de lujo: Paul McCartney, Steve Winwood, Chaka Khan y, por supuesto, J.J. Cale. La foto de la tapa se la sacó el mismo durante unas vacaciones en el Caribe y grabó para un sello independiente. Eso habla a las claras de que tenía ganas de hacer algo sin que le digiten nada. Old sock no estará entre sus mejores discos, pero muestra como un artista de las grandes ligas puede, si quiere, hacer lo que realmente tiene ganas.

Eric Burdon – 'Til your river runs dry. Siempre se dijo que Eric Burdon era un hombre negro en el cuerpo de un blanco. Su voz, poderosa y abrasiva, fue una de las que más se destacó en los 60, cuando estaba al frente de los Animals, y en los 70 cuando integró la banda multirracial War. Muchos años han pasado desde esos momentos de gloria y durante el último tiempo su nombre fue relegado por la industria discográfica. Si bien nunca dejó de grabar, su pasado en los Animals fue siempre más vital que su presente. En 2006, con el lanzamiento de Soul of a man, mostró que tenía todavía mucha tela para cortar. Ahora, con 'Til your river runs dry, demuestra que está más vigente que nunca. A diferencia del disco de Clapton, en el que diez de las doce canciones son covers, aquí la ecuación es exactamente al revés: Burdon compuso diez de los doce tracks. El disco destila pasión, nostalgia y virilidad. Tiene cierto aire introspectivo y nocturno con una impronta rockera y bluseada. Las canciones son fabulosas, especialmente Memorial day, Devil and Jesus y Old habits die hard. Burdon aprovecha para rendirle homenaje a su máximo ídolo, Bo Diddley, con una canción que escribió dedicada a él y una interpretación bien down home de Before you accuse me.

Robin Trower – Roots and branches. El ex guitarrista de Procol Harum acaba de lanzar un nuevo trabajo dedicado enteramente al blues. Roots and branches no es otra cosa que Robin Trower dando libertad a su virtuosismo dentro del esquema de los doce compases. Trower se mete con viejas canciones como Hound dog, The thrill is gone, Little red rooster, Born under a bad sign y That’s alright mama. Si bien su voz suena un tanto planchada y no sobresale, los solos de su guitarra son construcciones mágicas y poderosas. En cada punteo hay un viaje imaginario por galaxias lejanas, donde el espacio se achica y se ensancha entre la majestuosidad de su digitación. La versión de I believe to my soul, de Ray Charles, es un claro ejemplo de eso. El disco además se ve reforzado en un par de temas por la armónica de Paul Jones, otro veterano del blues inglés. Me quedo con las palabras de mi colega Fucho Cornejo, que lo describió así: “Recorrer las raíces y ramas de Robin Trower se hace un paseo y no hay nada de forzado en este compendio de viejos baluartes. Es un buen disco de blues, en la suma, que si bien no alcanza para ser indispensable, sí garantiza una escucha agradable”.

domingo, 10 de marzo de 2013

Nuevo disco póstumo de Hendrix

Es probable que Jimi Hendrix sea el artista que más discos póstumos, entre novedades y compilaciones, tenga editados. Bien sabido es que en vida lanzó tres álbumes de estudio (Are you experienced?, Axis: Bold as love y Electricladyland) y uno en vivo (Band of Gypsis). Al año de su muerte apareció el primero de los discos, The cry of love, que venía a rescatar canciones que habían quedado en el archivo. Y luego, en 1972, War heroes, y así hasta hoy. Ahora, el 2013 nos trae un nuevo y extraordinario trabajo suyo titulado People, Hell and angels.

¿Qué tenemos aquí? Grabaciones de estudio que Hendrix hizo sobre el final de época de la Experience, entre 1968 y 1969. En algunos de los temas aparecen Billy Cox y Buddy Miles, anticipando lo que sería la banda de gitanos, y hasta el legendario Stephen Stills tocando el bajo. Pero lo más alucinante de todo es que se trata de temas o versiones prácticamente inéditas que sorprenderán hasta a los más fanáticos y puntillosos coleccionistas del mejor guitarrista de la historia. Ah, y como si fuera poco: la calidad del sonido es impecable.

El álbum empieza con una extraordinaria versión de Earth blues, en la que Hendrix cambia un poco la letra, y su interpretación, en formato de power trío, es asesina. Somewhere, que ya había sido editada en Crash landing, suena más vigorosa y pasional, y sin tantos overdubs. Después sigue con dos blues muy conocidos de su repertorio, Hear my train a comin’ y Bleeding heart, aunque con interpretaciones bien diferentes: la primera fue grabada en formato eléctrico y tiene un ritmo más rápido que la que ya se conocía; y la segunda tiene arreglos distintos y una impronta más cruda que como la solía tocar en vivo. Los punteos, en ambos casos, tienen su sello indiscutible.

Let me love you, es un jam souleado de sus épocas con Lonnie Youngblood. Easy blues e Izabella fueron grabadas con la banda que lo acompañó en Woodstock. El resto del material también tiene esa combinación notable que conformaba el sentido superlativo de Hendrix para entender y ejecutar su música, y la magia de Eddie Kramer trabajando las mezclas adecuadamente.

Janie L. Hendrix, presidenta de Experience Hendrix, lo resumió así: "Estamos muy contentos de publicar People, Hell & angels durante la conmemoración del 70 aniversario del nacimiento de mi hermano". Pero más allá de esa cuestión simbólica y sentimental, que hasta podría tapar el interés comercial, y pese a que muchos les molesta que sigan sacando discos a 43 años de su muerte, en definitiva, este LP nos muestra una retrospectiva de lo que Hendrix quería hacer por aquella época y su búsqueda incesante de un sonido que lo representara plenamente.

jueves, 7 de marzo de 2013

Soulmen

Tad Robinson (Fotos gentileza Edy Rodríguez)
Había que ver la expresión de Darío Soto. Estaba feliz y emocionado de compartir una gira con uno de sus ídolos contemporáneos. Tad Robinson es un cantante y armonicista que siente la música de la misma manera que él. Ambos comparten una pasión enloquecida por el soul y el blues. Uno allá, en Indianapolis, bien al norte, cerca de Chicago; el otro aquí, primero en la patagónica Comodoro Rivadala y ahora en Buenos Aires. El show que ambos dieron anoche en Boris, el tercero de la gira argentina, fue brillante. Lo que más llamó la atención fue que Soulville se adaptó a la perfección al canto y los movimientos de Robinson. Parecía su propia banda.

Darío Soto & Soulville
Todo comenzó poco después de las 22 cuando el talentosísimo Juan Manuel Torres empezó a rasgar las cuerdas de su hermosa Epiphone, con Gustavo Doreste acompañando en teclados, Sebastián Martinotti en bajo y Gody Nápoli en batería. Un instrumental vigoroso y jazzeado dio la bienvenida a Darío Soto que hizo un pequeño set antes de recibir a Tad Robinson sobre la tarima. Darío abrió muy arriba, con mucho soul, con Something you got e Isn’t she lovely, y luego se despachó con dos blues, Easy baby, de Magic Sam, y Judgment day, de Snooky Pryor.

Tad Robinson subió y saludó a Darío Soto cuando este bajaba los escalones del escenario. Arengó con un “Let’s do it” y Juan Manuel Torres dio comienzo a una versión animada de Lead me on, del legendario Bobby "Blue" Bland. Ya desde el primer instante, Robinson demostró un profesionalismo absoluto y un notable registro vocal, heredado de lo mejor del soul de Memphis, con matices del blues de Chicago.

Luego se dedicó a hacer un repaso de su carrera y cantó temas de todos sus discos. Rained all night, de su último trabajo Back in style; Coming home, de One to infinity (1994), en el que demostró que es un armonicista de las grandes ligas; Did you ever wonder, de su álbum homónimo de 2004; Payback, de Last go round, del 98; y Long way home, de su disco a New point of view, de 2007, en el que cantó como si estuviese poseído por Marvin Gaye. También hizo Let’s start again y Who will the next fool be, que grabó en Think about it (2004), de su soul brother Alex Schultz; así como también What love did to me, que compuso para Blueplicity, de Dave Specter.

Hubo algunos covers: That’s how strong my love is, de Otis Redding, e It's sad to be alone, de Sonny Boy Williamson. Luego, para el final, subió Darío Soto y juntos cantaron la maravillosa I die a little each day, de Otis Clay, y Too late to turn back now, de Cornelius Brothers & Sister Rose, un oscuro grupo soul de Florida que sacó dos discos a comienzos de los 70 y luego fueron sepultados por el tiempo. Los bises trajeron una avalancha de shuffle y una acelerada versión de Going down slow, en la que dejó que los músicos mostraran lo suyo.

Fue un show grandioso y prolijo. Robinson mostró toda su jerarquía como cantante y armonicista. Juan Manuel Torres la rompió y dejó en claro que es uno de los guitarristas con más proyección de la escena local; Gustavo Doreste se lució con sus solos, tanto en teclados como en el piano, y la sección rítmica encajo a la perfección en los tiempos y cortes que Robinson les indicaba con señas certeras.

Tad Robinson, el soulman del norte, y Darío Soto, el soulman patagónico, encontraron que son hermanos de alma. Esta gira, probablemente, será el comienzo de una larga y entrañable relación musical.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Hasta siempre, Alvin Lee

“Hemos perdido a un maravilloso padre y compañero. El mundo ha perdido a un guitarrista verdaderamente genial y talentoso”, informó su familia a través de su sitio web. La del músico inglés Alvin Lee fue una muerte inesperada, aparentemente tras una complicación en una cirugía de rutina.

Alvin Lee fue el líder de Ten Years After, la banda con la que sacudió Woodstock en 1969 y a la que dejó un par de años después por razones muy personales. Fue una decisión extrema y él lo explicó así: “Luego del éxito de Ten Years After en el festival de Woodstock decidí seguir el camino de la libertad en vez de la ruta de la fama y la fortuna. Esa fue la decisión que tomé para escapar de la carrera y la responsabilidad comercial que imponía la industria discográfica. Yo por entonces tenía medio de morirme antes de cumplir los 30 años”.

Con Ten Years After editó discos memorables como Ssssh (1969), Cricklewood Green (1970) y A space in time (1971), en los que combinaba el blues, la psicodelia y el hard rock. Pero sin dudas su interpretación de más de diez minutos del tema I’m going home, en el mítico festival, es lo que trascendió en el tiempo. Su carrera solista, en cambio, fue mucho más discreta. Tal y como se lo propuso hizo lo que quiso y vivió feliz. Grabó decenas de álbumes, entre los que se destacan: On the road to freedom (1973), In flight (1974) y Still on the road to freedom, del año pasado. Ese último trabajo significó para él la confirmación de que había elegido el camino correcto.

Tuve la suerte de verlo en vivo en 1994 en The Coach House, un bar en San Juan Capistrano, al sur de California. Recuerdo que esa noche abrieron sus compatriotas de Nine Below Zero y luego él, acompañado por Gerry McAvoy (bajo) y Brendan O'Neil (batería), tocó algunos de los éxitos de Ten Years After como Choo choo mama, Slow blues in C y Keep on rockin’, así como también algunos covers: Johnny B. Goode y Good morning little schoolgirl. Por supuesto que en su repertorio estuvo la extraordinaria I’m going home. Fue una presentación incendiaria acorde con toda su trayectoria.

Cierro con las palabras de su ex compañero de Ten Years After, Leo Lyons: “Lo vamos a extrañar mucho, para mí fue como un hermano mientras que para toda una generación de guitarristas fue una gran inspiración”.

martes, 5 de marzo de 2013

Lanzamientos de febrero

Bobby Rush – Down in Louisiana. Bobby Rush es un verdadero fenómeno. Comenzó tocando con músicos del West Side de Chicago y amplió sus horizontes musicales al funk, el soul y hasta el folk. A ese combo, con el tiempo, le agregó una presencia escénica muy intensa y provocadora. Grabó todo tipo de discos -acústicos, con vientos- y sus canciones siempre alternaron entre baladas, blues de juke joints y funkys movedizos. Ahora, acaba de lanzar un nuevo álbum. El nombre es elocuente: Rush vuelve a la tierra en la que nació hace 77 años para desplegar toda su música tal y como brota del suelo pantanoso de Louisiana. Aquí canta blues, soul, R&B y el aporte ocasional del acordeón le da a las canciones ese sabor especiado de zydeco, cajun y creole. Rush aquí no pierde las mañas, algunas de las letras destilan ese humor verde y lascivo que lo caracteriza. Sigue cantando con mucha energía y además se acompaña con la armónica y la guitarra. La banda está formada por Lou Rodriguez en guitarra, Terry Richardson en bajo, Pete Mendillo en batería, más el aporte del productor y multiinstrumentista Paul Brown. Son exquisitas sus interpretaciones de Don’t cry y Raining in my heart. Si el Boogie in the dark es altamente hipnótico, el cover de Swing low, sweet chariot es un viaje de ida a Neptuno. Vale la pena escucharlo.

James Montgomery Band – From Detroit to the Delta. Montgomery es un nativo de Detroit y tiene una extensa trayectoria. Empezó a tocar la armónica en la Universidad de Boston durante los 70 y pudo hacerlo junto a decenas de maestros como James Cotton, John Lee Hooker y Junior Wells. Con el tiempo, desarrolló su propio estilo, oscilante entre el blues y el rock y fue requerido por Steve Miller, los Allman Brothers y Comander Cody, entre otros. Además se hizo fama de buen caza talentos: muchos de los músicos que pasaron por su banda terminaron nutriendo las formaciones de solistas y grupos como Rod Stewart. MC-5, Joe Cocker y Alice Cooper. Pero fuera de su zona de influencia y del gueto de los músicos, su nombre no es tan conocido: la mayoría de los discos que grabó fueron para sellos independientes. Pero tal vez, este álbum logre expandir su música gracias a la ayudita de los amigos. El albino Johnny Winter, respaldado por dos músicos de Aerosmith -Joey Kramer y Brad Whitford-, deja su sello con el slide en Little Johnny, que Montgomery canta con mucha garra. El rapero DMC lo acompaña en una versión un tanto freestyle del clásico de Bo Diddley, Who do you love. Y su gran maestro, James Cotton, sopla su armónica en Black Cadillac, de Lightnin’ Hopkins. Los Uptown Horns aportan lo suyo en un par de canciones. El disco tiene mucho blues, rock y psicodelia, y suena realmente muy bien.

Chris Duarte – My soul alone. Los primeros dos discos de Chris Duarte, Texas Sugar/Strat Magik (1994) y Tailspin headwhack (1997), hicieron creer a muchos que el guitarrista de Austin había llegado para ocupar el lugar de guitar hero del blues que había quedado vacante tras la muerte de Stevie Ray Vaughan. Si bien al principio esas comparaciones sirvieron para que su carrera despegara, con el tiempo se le volvieron un boomerang. Entonces entró en una especie de encrucijada: seguir dentro de ese loop de comparaciones con SRV o buscar su propio sonido. Duarte optó por la vía más difícil, la segunda. Durante estos años, alternó entre su power trío y la banda nipona Bluestone, cambió varias veces de sello discográfico y dio más conciertos en Japón que en los Estados Unidos. En ese mismo lapso fue puliendo su propio estilo: una paleta multicolor de blues rock y Texas blues, con tintes jazzeros y psicodelia. My soul alone es su mejor álbum desde la década del 90. Sus dotes con la guitarra no son lo novedoso, ya que en ellos mantiene la destreza y pasión de siempre. Lo importante aquí es que las 12 canciones fueron escritas por él y están muy buenas, especialmente Yes, it’s you; A dollar down and feeling low; y Show me that you want it.

sábado, 2 de marzo de 2013

Blues solidario

Mauro Diana y Roberto Porzio.
Aquella noche en la que Roberto Porzio llegó a su casa de Valentín Alsina y se encontró con la puerta de entrada violentada y la falta de sus dos adoradas guitarras se sintió rabioso y aturdido, como dice la canción de los Easy Babies. Pero ese momento desdichado, dos semanas después, se convirtió en muestra de solidaridad, amistad y admiración. Anoche, más 50 personas, entre músicos y seguidores de la banda, fueron hasta el Burlesque, a un par de cuadras del Congreso, para colaborar con algo de dinero para que Roberto se pueda comprar una viola nueva.

El evento, organizado por Blues en Movimiento y Baires Blues, estuvo lleno de calidez y buena onda. El maestro de ceremonias fue Julio Fabiani y primero tocaron los Easy Babies, con Mauro Diana, Homero Tolosa y Machi Romanelli, apuntalando los profundos solos de Roberto en El truco del olvido, ¿Qué comentario te llegó?, Conseguite otra mujer y, claro, Rabioso y aturdido. Luego, todo derivó en una gran zapada, mientras los vasos de cerveza se vaciaban y afuera el cielo avisaba que la tormenta estaba por llegar.

Nasta, Mauro Bonamico, Roberto y Gabriel Cabiaglia.
Mauro Diana abrió la jam cantando Walking the dog con Roberto y Rafa Nasta en guitarras, Anahí Fabiani en teclados, Mauro Bonamico en bajo y Gabriel Cabiaglia en batería. Siguieron con un slow blues instrumental de Albert Collins que derivó en un duelo picante entre los dos violeros: uno con la strato y el otro con la telecaster. Roberto luego llamó a más amigos: el guitarrista Nacho Ladisa, la cantante Lou Hernández y la armonicista Ximena Monzón. Brian Figueroa se hizo cargo del bajo y Homero Tolosa volvió a la batería para una sentida interpretación de Stormy Monday y You belong to me, de Magic Sam.

Nico Yudchak, Guido Venegoni y Roberto Porzio.
La zapada siguió con Adrián Jiménez, Mariano D’Andrea, Pato Raffo, Florencia Andrada, Nicolás Yudchak, Brian Chávez, Nico Smoljan y otros, subiendo y bajando del escenario para compartir aunque más no sea un tema con Roberto. A la 1 de la mañana, cuando afuera el cielo ya no aguantaba más, Tomy Espósito, de Vieja Estación, se cargó el equipo al hombro para una animada versión de Turn on your lovelight, que cantó a dúo con Guido Venegoni, la voz de Támesis y Los Huesos de Gato Negro. Había tiempo para un blues más. Roberto peló slide y Guido se animó con su voz filosa a la Dust my broom de Elmore James.

Además de excelente música, algunos se llevaron discos y remeras que Blues en Movimiento sorteó entre tema y tema. A Roberto se lo vio emocionado y agradecido. La escena del blues local siempre estuvo marcada por celos y encontronazos, competencias absurdas y estrellatos efímeros. Pero este grupo de músicos demostró ayer que se puede hacer las cosas de otra manera, con la solidaridad como estandarte.