viernes, 30 de diciembre de 2011

Los mejores discos del año

Todos los discos fueron reseñados al momento de sus lanzamientos. No fue una elección fácil, ya que en 2011 hubo muy buenos álbumes.









MEJOR REEDICIÓN:


MEJOR DISCO EN VIVO:


MEJOR EP:


martes, 27 de diciembre de 2011

El vino del año

Una noche, a comienzos de este mes, fui a cenar a Doppio Zero, un restaurante del Bajo Belgrano en el que se comen las mejores pastas de Buenos Aires. Antes de pedirme unos orechietti con reducción de cordero elegí el vino. La carta, muy amplia, me llevó a pedir un Felino cabernet sauvignon. Pero el dueño del restaurante, un flaco muy atento que recorre todas las mesas y no deja detalle librado al azar, me dijo: “Por el mismo precio te recomiendo uno que no tengo en la carta que es una delicia”. Lo dijo tan convencido que no me quedó otra que aceptar. Así, llegó a la mesa una botella de Palo Borracho, un cabernet fabuloso de Ernesto Catena. Uno de esos vinos que es difícil conseguir y que es muy grato disfrutar. El dueño del restaurante me contó que lo probó en una degustación y que cuando quiso adquirir unas cajas le dijeron que Frappé había comprado toda la partida. Así que, me explicó, no tuvo más remedio que comprarle unas cajas a la vinería. La cuestión es que el vino, en la temperatura justa, me pareció exquisito. Intenso, frutado, fresco. Fue de lo mejor que probé en el año.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Feliz Navidad

A todos los que aman la música. A los que no pueden vivir sin ella. A los que no toleran que pase un día sin poder rasgar las cuerdas de su guitarra. A los que no ven el momento de soplar su armónica o acariciar las teclas de un piano. A los que necesitan casi como el aire golpear su batería. A los que tienen que tener siempre música de fondo y a los que les gusta escucharla a todo volumen. A todos ellos, les deseo la mejor Navidad posible. Les dejo esta fabulosa interpretación de Merry Christmas baby de Joe Bonamassa. Brinden y no paren de brindar!!!

 

jueves, 22 de diciembre de 2011

Últimos lanzamientos del año

The Black Keys – El Camino. Rock and roll, retro soul y espíritu indie son algunos de los componentes de la fórmula que dan materialidad a los Black Keys. Escuchar su música siempre es caminar por la cornisa de un precipicio. Es como si alguien pusiera a un yonqui a trabajar en una farmacia. Como si le dieran cientos de cascotes a un barrabrava descontrolado. Sus canciones son puro coqueteo trash altamente adictivo. Guitarras distorsionadas, melodías lisérgicas y arreglos vintage. Así y todo, los Black Keys miran hacia el futuro sin tener que recurrir a bases electrónicas. Todo lo que usan es electricidad en estado puro, al servicio de su power creativo, que parece absorbido del legado de los White Stripes. Entre tanta descarga, en la mitad del álbum, surge una hermosa canción, Little black submarines, que empieza con una guitarra acústica y termina como si Auerbach y Patrick Carney estuviesen poseídos por Robert Plant y Jimmy Page. El séptimo álbum de la banda en una década marca a las claras que lo de estos muchachos no es un capricho, es música en serio.

Pegi Young & The Survivors – Bracing for impact. Este disco es una gran sorpresa. Exquisita y grata. La mujer de Neil Young, a la que hemos visto cientos de veces haciendo los coros en los shows de su marido, acaba de lanzar su nuevo álbum, el tercero de su carrera. Bracing for impact es un obra fabulosa, en la que la música country, el folk, el rock y el blues conviven en la voz de esta gran cantante y compositora. Salvo por el cover I don't want to talk about it, que compuso Danny Whitten para Crazy Horse y popularizó Rod Stewart, los demás son todos temas propios. Trouble in a bottle es una joya que (no tengo dudas) está entre las cinco mejores canciones del año. Hay otras muy buenas: Med line -en clave de blues-, No heart beat sounds y Lie. La banda son todos viejos conocidos de su marido: Spooner Oldham, Rick Rosas, Ben Keith y Chad Cromwell, entre otros. Por supuesto que Neil Young tiene sus apariciones estelares, aunque siempre en un segundo plano para no empañar el trabajo de su esposa. Bracing for impact es un disco sensacional que todos deberían escuchar.


Nick Moss – Here I’am. El voluptuoso Nick Moss está camino a integrar las filas de la primera línea del blues. En un año que parece haber sido una visagra generacional –murieron Pinetop Perkins, Honeyboy Edwards, Hubert Sumlin, Big Jack Johnson- Moss aparece como uno de los mejores exponentes de la nueva camada de bluesmen. Después del excelente Privileged del año pasado, Here I’am es la consolidación de un estilo y el apuntalamiento de una carrera. Más allá de la influencia del blues clásico de Chicago aquí se perciben guiños a Led Zeppelin, Canned Heat y Jimi Hendrix. Entre tanto boogie y blues rock, surge la melodía divina de una canción que también se postula como las mejores de 2011: It’ II turn around, que viene en sus dos versiones, la original de nueve minutos y la editada para la radio. Tal como escribió mi amigo Claudio Ibarra en su reseña del álbum para el sitio 2120.cl “Una nueva inyección de fuerza para la música del alma”.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Lazos de familia


El blues se renueva día a día y Trampled Under Foot es una prueba cabal de ello. Los hermanos Schnebelen son jóvenes pero saben bien lo que hacen. Al legado familiar, le sumaron talento, pasión y un profundo respeto por la tradición del blues. Wrong side of the blues es un álbum directo, formidable y sin retoques. Tiene doce temas, todos compuestos por los hermanos, en los que la guitarra de Nick Schnebelen se convierte en el general de esta tropa de asalto blusera. Danielle se encarga del bajo y de cantar en la mayoría de las canciones. Mientras que el tercer eslabón, Kris, también canta como sus hermanos y aporrea la batería con precisión y soltura.

Los “creadores” des esta gran banda son Bob y Lisa Schnebelen , los padres de los chicos. Ellos son músicos pero nunca salieron del área de Kansas City. Pusieron toda su dedicación en transmitirles y enseñarles a sus hijos todos los secretos y trucos que conocían y también a que aprendieran la historia de la música de raíces. Así, en 2006, los hermanos salieron al ruedo. Desde entonces vienen cautivando audiencias en EE.UU. y Europa. Wrong side of the blues es su quinto disco, todos editados por pequeños sellos independientes.

Los hermanos tocan blues sin tapujos. Get it straight abre el disco con un poderoso azote vocal de Danielle, mientras la guitarra de Nick hace honor al premio Albert King a la promesa del blues que recibió en 2008. Bad woman blues tiene el espíritu de Bo Diddley con ciertos retazos campestres, mientras que el tema que da nombre al disco, cantado por Danielle, es de esos que van camino a la vitrina que seleccione lo mejor del año. Pero no es el único, She's long, tall and gone combina una guitarra en llamas, la voz compenetrada de Nick y el aporte sublime de la armónica de Kim Wilson. Otros temas para destacar son Heart on the line, que tiene el sonido del bajo bien al frente con Danielle cantando como si se le fuera la vida en ello y la guitarra de Nick viboreando entre verso y verso. The fool tiene la impronta de un down home blues con swing gracias al aporte de Mike Finnegan con el Hammond B-3.

El productor Tony Braunagel dejó que cada instrumento brille, que las voces se escuchen bien adelante para captar lo que cada uno de los hermanos puede dar de sí mismo. Su idea fue que el álbum suene tal cual ellos lo hacen en vivo. Y creo que lo logró. Wrong side of the blues es un disco excepcional, en el que los lazos de familia están intactos, así como el futuro del blues.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El espíritu de los 60

Sobre el escenario hay dos guitarras acústicas y una silla. Las luces se apagan y comienzan a sonar los acordes de My back pages, de Bob Dylan. Desde un costado asoma la silueta esbelta de Roger McGuinn. Viste camisa, pantalón y sombrero. Todo de negro, menos las botas que son marrones. Sostiene una guitarra eléctrica de doce cuerdas y canta con una voz notable “Ah, but I was so much older then / I’m younger than that now". El tema dura apenas dos minutos. Es su carta de presentación. Uno de los tipos más influyentes de la música de los sesenta está en Buenos Aires.

Roger McGuinn fue uno de los fundadores de los Byrds, banda que desvelaba a los Beatles y a Dylan, y fue uno de los primeros en lograr una amalgamada fusión entre el rock, el folk y el country. Hoy es un trovador itinerante, un storyteller como los de antes. Su show se compone de canciones y anécdotas casi por igual. The ballad of Easy Rider, que compuso para la emblemática película que protagonizaron Dennis Hooper y Peter Fonda, es la segunda canción de la noche. McGuinn ya está sentado y se lo nota cómodo y relajado. Comienza alternar entre la acústica de doce cuerdas y la de seis.

Sigue con Mr. Spaceman, “el primer country rock espacial”, y luego con dos temas del álbum Sweetheart of the rodeo: Pretty Boy Floyd y You ain’t going nowhere, donde se luce con el estilo finger picking. Es tiempo de un blues y se despacha con St. James Infirmary. Sigue rememorando: antes de empezar a cantar All I really want to do cuenta que cuando se la hicieron escuchar a Bob Dylan, éste preguntó qué canción era y que él le respondió: “Es una de las tuyas”. Antes de un pequeño intervalo de 15 minutos, McGuinn interpreta Rock island line, de Leadbelly; Parade of lost dreams, que compuso junto a su esposa; y Chimes of freedom, otro de los temas de Dylan que los Byrds hicieron propio.

El Teatro Coliseo no está muy lleno, pero la gente está muy entusiasmada. Un hombre y su guitarra, un show íntimo y un bagaje de canciones históricas que conforman un verdadero songbook de una época dorada son las claves de una noche mágica. McGuinn vuelve al escenario de la misma manera que antes. Asoma tocando los acordes de Lover of the Bayou, del disco de 1970 que se conoce como Untitled. Enseguida arremete con otro tema de ese mismo álbum: Chestnut mare. Luego dedica Jelly Roger, del disco Cardiff Rose, a la época en que acompañó a Dylan en su Rolling Thunder Revieu. “Por entonces viajábamos en micros que se desplazaban por la noche como barcos piratas”, recuerda.

Pete Seeger y Gene Clark son los siguientes homenajeados de la noche: el primero con The bells of Rhymney. El segundo con You showed me. Se viene el final a puro éxito Byrd. Con la guitarra acústica interpreta los primeros acordes del Mr. Tambourine man de Dylan. “David Crosby me dijo que ese tema nunca podría llegar a ser un hit en la radio, entonces tomé la guitarra eléctrica y se me ocurrió hacer esto”. La transformación es notable, el público aplaude. Sigue con Eight miles high, esta vez dedicado a John Coltrane y Ravi Shankar. Corta una cuerda. No importa. Cambia de guitarra y cierra con Turn, turn, turn.

Hasta ahí, un show perfecto. Los bises traen una sorpresa, que sacude más desde lo emotivo que desde lo musical. Charly García se sienta frente a un teclado y juntos cantan, en español e inglés, Feel a whole lot better. La voz de Charly está arruinada, se lo nota fuera de tiempo. Tal vez por eso sólo acompaña con el teclado los dos temas siguientes: So you want be a rock and roll star y Knocking on Heaven’s door. Se van ovacionados. El público pide una más. Y Roger McGuinn regresa al escenario, por suerte solo, e interpreta May the road rise to meet you, una vieja canción irlandesa que elige para cerrar un show fabuloso, de esos imposibles de olvidar.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Desde la ruta

Marcia Ball tiene 62 años, de los cuales pasó más de la mitad en la ciudad texana de Austin. Esa referencia es clave para entender sus blues. Porque el mismo tiempo que lleva viviendo en la Capital de la Música es el que ha pasado cantando y tocando el piano. A eso hay que sumarle sus raíces, esas que comenzaron a crecer en su Lousiana natal. Ese combo es la génesis musical de esta gran artista, que en este último lustro parece haber alcanzado su pico de madurez interpretativa y creativa. Roadside attractions, su álbum número 15, fue nominado para los premios Grammy como mejor disco de blues y es el cuarto trabajo consecutivo que peleara por uno de los premios que entrega la industria discográfica.

Editado por Alligator Records, Roadside attractions es un álbum poderoso y recargado de energía. La voz de Ball es potente y destila un swing fabuloso. Las letras de las canciones, todas compuestas por ella, aunque un par fueron coescritas junto al productor Gary Nicholson, son postales de las rutas de los Estados Unidos y funcionan como crónicas de la América actual. Es un disco personal y muy reflexivo, en el que Ball se rodeó de una buena selección de músicos como Colin Linden (guitarra), Reese Wynans (hammond B3), Joel Guzman (acordeón), Don Bennett (bajo), Lynn Williams (batería) y los Mingo Fishtrap Horns.

That’s how it goes, el primer track del album, es arrollador. El Hammond B3 vuela entre el slide de Linden. Hay un corte en el que Bennett arremete con un solo de contrabajo. Ball lleva la canción aporreando su piano y cantando con una fuerza orgánica sobrecogedora. El resto de las canciones se debaten entre el boogie woogie, el shuffle, el cajun y ciertos resabios del country western. Sobre el final, entona un blues tremendo, Mule headed man en el que su hombre hace lo que quiere y ella no puede evitarlo: Le gusta tomar whisky aunque sabe que lo va a matar / no se lo puedes hacer dejar / él prefiere tomar whisky a seguir viviendo. Low down Texas style.

Roadside attractions es un gran álbum, honesto, puro. La música fluye con naturalidad. Es un libro abierto de estilos, todos con un anclaje en el sur de los Estados Unidos, con el río Mississippi, el pantano del Delta y las rutas como epicentro.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Lanzamientos nacionales

Don Vilanova – Don Vilanova y sus secauces. El contraste que hay entre el primer tema, Dobro intro, y el segundo, Vos ya sabes, es abismal. Miguel tocando blues es imbatible. Mucho feeling y demasiada experiencia. Pero enseguida arremete con un rock and roll exasperado, junto a la banda Nativo, que no le sienta muy bien. Esas dos caras de presentación inmediatamente obligan a una pregunta: ¿Cómo seguirá el disco? Sigue bien, pese a que el tercer tema aparece acompañado por otra banda de rock, Pier, el blues comienza a tomar forma. La guitarra dobro y el slide vuelven a aparecer en escena un par de veces más volcando el espíritu del Delta. La Mississippi suma su sonido clásico, con la voz de Ricardo Tapia, en Blues hasta que salga el sol. Blues solamente, con Emmanuel Horvilleur, suena demasiado forzado. Podría esperarse lo mismo de Abre en el que Miguel le hace frente al legado jamaiquino junto a los Reggae Rockers. Pero no: el tema destila frescura y alegría. Ciro Fogliatta aporta toda su experiencia y virtuosismo en La mente, Blues en la radio y La hechicera. Celeste Carballo le da un toque femenino en Tiempo al tiempo y los Blues Motel se “sincronizan” con el viejo maestro en un blues poco flexible. Me gustó mucho más que el anterior, Adiós Botafogo... Es cierto que éste tiene un par de altibajos, pero mientras el Don siga cerca del blues las cosas estarán bien.

Támesis – Aprendiendo a volar. Rock vintage, guitarras rabiosas y coros góspel. Canciones propias, espíritu sureño y muchas ganas. Esos son algunos de los condimentos de este disco novedoso en el que se perciben influencias muy marcadas de los Black Crowes. La banda está conformada por Guido Venegoni (voz), Julio Fabiani y Brian Figueroa (guitarras), Diego Gerez (teclados), Homero Tolosa (batería), Florencia Andrada y Natalia Pereira Pinto (coros). Todos chicos que tienen un promedio de edad de 23 años. Entre los invitados figuran Gabriel Grätzer (banjo), Nicolás Raffetta (teclados), Mauro Diana y Marcelo Saluzky (bajo). El álbum, de doce temas, tiene una notable calidad de sonido: fue grabado en el estudio Circo Beat, materizado por Max Scenna e impulsado por la Escuela del Blues. Los cuatro primeros temas son muy Crowes. El quinto, Canción para las batallas, marca un quiebre bárbaro con el aporte campestre de Grätzer. Cruel realidad tiene retazos de hit, al igual que el título que da nombre al disco, Aprendiendo a volar. Seguramente este es apenas el primer disco de una banda con mucho futuro. Bienvenidos.

Rubén Gaitán – Tuve que hacerlo. La primera pregunta que me surge luego de escuchar el disco es ¿Por qué tuviste que hacerlo Rubén? No hay dudas de que Gaitán es un referente de la armónica y del blues en la Argentina. Ha tocado con todos los músicos locales y con algunas figuras que vinieron del exterior. Todavía recuerdo con emoción esas noches de buena música, humo y Tía María en Betty Blues. Pero aquí y ahora, escuchando el álbum, pienso que un fiscal, durante una indagatoria, podría aceptar ese título como una confesión de culpabilidad. El disco también podría haberse llamado “Y qué le voy a hacer” o “Hice lo que me dijeron que hiciera”. Las letras de las canciones son un cliché y los invitados –Juanse, Sarcófago, Manuel Quieto de La Mancha de Rolando, entre otros- no logran levantarle la onda. Se trata de rocanroles obvios, previsibles, que bien podrían ser parte del repertorio de una banda de rock barrial adolescente. Rescato los solos en Me va a matar, Whisky para dos y Policías en acción, en los que Rubén Gaitán hace lo mejor que sabe hacer: tocar la armónica.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La historia grande del blues

En marzo de este año, más precisamente el sábado 26, cumplí uno de los sueños que tenía en la vida. Vi a los Allman Brothers en vivo en el Beacon Theatre de Nueva York. Esa noche, majestuosa, única, inolvidable, hubo invitados de lujo: Dr. John, Susan Tedeschi y el legendario Hubert Sumlin, quien fue presentado con énfasis por Warren Haynes. El viejo Hubert subió al escenario acompañado por un asistente, se sentó en una silla y la banda empezó a tocar el clásico de Howlin’ Wolf, Smokestack lightning, y luego Key to the highway. Hubert sacó algunos débiles solos de su Fender Stratocaster y sus clásicos riffs. Yo estaba en la fila 20 y recién me di cuenta que estaba asistido por un tubo de oxígeno cuando un primer plano suyo apareció en la pantalla gigante. Esa noche me fui extasiado por el show de los Allman, pero me quedé con la sensación de que Sumlin ya estaba atravesando el último trecho de su vida. La noche siguiente, fui a ver a Hubert al Iridium Jazz Club, en pleno Times Square. Me senté en una mesa a pocos metros de distancia del escenario y contemplé su show con atención y cierto dolor. Vi a un hombre cansado y muy enfermo tocar su guitarra como si se le fuera la vida en ello. Fue muy conmovedor. Esa noche salí a caminar por la fría Manhattan con la sensación de que ya no lo volvería a ver.

A Hubert ya lo había visto en tres ocasiones durante los noventa: una en el Festival de Blues de Long Beach, en California, y un par de veces durante sus múltiples visitas a la Argentina. En cada una de esas presentaciones el tipo dejó en claro que sabía cómo entretener con sus blues. Hubert se había enamorado de Buenos Aires. Hizo muchos amigos y grabó dos discos: Made in Argentina 1993 y I’am the backdoor man. Creo que junto a John Primer es uno de los bluesmen que más veces vino al país.

Hubert fue dueño de un estilo propio, diferente al de los demás guitarristas y muy enérgico, que se complementó a la perfección con la forma abrasiva y feroz que tenía Howlin’ Wolf para cantar los blues. En los cincuenta, Wolf tomó a Hubert como su protegido y le pagó clases de guitarra en el Conservatorio de Chicago. Esa sociedad tuvo sus frutos: Wolf contó con uno de los guitarristas más innovadores de la ciudad y Hubert tocó en una de las dos mejores bandas de la historia. La leyenda cuenta que el eterno rival de Wolf, Muddy Waters, tentó a Hubert para que se pasara de equipo. Al margen de las decenas de grabaciones que Hubert hizo junto a Howlin’ Wolf, editó una buena cantidad de discos solistas para los sellos JSP; Blind Pig, Tone Cool, Evidence y Black Top.

El nombre de Hubert Sumlin no podrá ser borrado de la historia grande del blues. Murió a los 80 años como consecuencia de un paro cardíaco derivado de una severa complicación pulmonar que arrastraba desde hacía varios años. A Hubert lo estamos llorando en todo el mundo. Imagino a Keith Richards, a Eric Clapton, a Lurrie Bell, a James Cotton, a Bob Stroger y a Ronnie Earl en sus casas escuchando sus discos y recordando los buenos momentos vividos junto a uno de los máximos exponentes de los doce compases

Adiós, Hubert ¡Hasta siempre!

jueves, 1 de diciembre de 2011

Reedición de luxe

Los Rolling Stones se convirtieron en la banda más grande de la historia del rock. Por perseverancia y porque fueron los creadores de himnos de varias generaciones. En sus más de 50 años en el ruedo lanzaron decenas de discos: desde aquel álbum debut de 1964 hasta el último disco oficial de estudio, A bigger bang (2005), han editado obras monumentales como Exile on Main St., Let it bleed y Sticky fingers. Pero también otras bastante flojas como Dirty work, Still life o No security. En la década del sesenta brillaron por su combinación de blues y rebeldía juvenil. En los setenta tuvieron una explosión creativa arrolladora. Los ochenta los encontró peleados y desconcertados, casi sin rumbo. En los noventa lograron de alguna manera aggiornarse al sonido del momento sin perder identidad. En la última década, ya como reyes indiscutibles, siguieron paseando sus shows por el mundo y se volvieron uno de los fetiches de Martin Scorsese.

Pero lo mejor de estos últimos años viene por el lado del revisionismo histórico. Los Stones están reescribiendo su propia historia con reediciones de colección. El año pasado, lanzaron un disco doble de Exile on Main St., el álbum remasterizado junto a muchos temas que habían quedado afuera de la selección final. En paralelo, también salió la película Stones in exile.

Ahora sucede lo mismo con otro álbum emblemático de los setenta: Some girls. No hay dudas de que figura entre los cinco mejores discos del extenso catálogo de Jagger, Richards y compañía. Sólo basta con mencionar algunas de las canciones que contiene: When the whip comes down, Just my imagination (Running away with me), Far away eyes, Shattered, Beast of burden y Respectable. Así como también uno de los mejores temas que compuso Keith Richards en toda su vida, Before they make me run, y Miss you, la aproximación de Jagger a la música disco, pero sin perder ese sello rockero notable que siempre identificó a la banda.

La remasterización fue realizada por el productor Don Was y la edición “súper-deluxe” incluye un single de vinilo de 7″ con Beast of burden, además de fotografías inéditas de Helmut Newton realizadas en 1978, el año en el que se lanzó el álbum. Pero hay más: todo un cd con temas nuevos. En realidad temas que fueron grabados hace más de 30 años pero que, en su mayoría, recién se conocen ahora. Empieza con un rock and roll clásico, Claudine, dedicado a la cantante francesa Claudine Longet, que durante muchos años circuló en grabaciones piratas. Algo parecido sucede con el track Tallahasee Lassie.

El clásico e inconfundible sonido Stone aparece con todo su vigor en So Young, Do you think I really care y I love you too much, tres temas que cuesta creer que hayan quedado afuera de la edición original. El blues está muy presente en este reedición: When you’re gone, Keep up blues y Petrol blues, una joya de un minuto y medio que fue compuesta por Nicky Hopkins. El cover de Hank Williams, You win again, es simplemente maravilloso, y es muy emocionante escuchar a Keith Richards cantando We had it all.

Como si fuera poco, esta celebración en formato digital sale acompañada por el DVD Some girls live in Texas 1978. Si en su momento el álbum fue considerado como una verdadera obra maestra, este relanzamiento no es menos y además es una gran oportunidad para reencontrarse con lo mejor de los Stones.