lunes, 29 de noviembre de 2010

Wine song 42

La guitarra de Mel Brown planea con total libertad: un sonido jazzero acompaña el suave shuffle instrumental, en el que intercambia solos con el ex violero de James Harman, el italiano Enrico Crivellaro. RED WINE AND MOONSHINE, editado en el disco póstumo de Brown, es un resumen de cómo la música y el alcohol son eternos compañeros del hombre, tanto como la comida y el sueño, el amor y la pasión, el sufrimiento y la tristeza.


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Blues del pantano

Kenny Neal venía de dar dos conciertos explosivos en el Backstage Experience de Santiago de Chile y en el Club de Jazz de Venado Tuerto. Para su escala porteña lo esperaba un teatro con capacidad para más de mil personas como es el Coliseo. Si bien no estuvo lleno, eso no fue ningún impedimento para que el hijo del célebre Raful Neal desplegara su blues pantanoso de Louisiana y la gente flasheara con él.

Sus zapatos, el pantalón y la camisa eran tan blancos como una hoja de papel y hacían juego con su sombrero panamá. Kenny Neal es todo un bluesman no sólo por su vestimenta, sino por legado familiar, su versatilidad musical, su talento como compositor y su gracia como showman. Durante el recital, que duró noventa minutos, alternó entre la armónica y la Telecaster manteniendo siempre la tesitura en el canto. Por momentos no hubo guitarras en escena. Es que Neal prefiere una formación sin guitarrista rítmico. Por eso, esta vez, La Argentina Blues Band tuvo dos tecladistas: Machi Romanelli, que varió entre el sonido del piano y los vientos, y Walter Galeazzi, que hizo un colchón rítmico con el hammond. A ellos los acompañaron Gustavo Rubinsztein (bajo) y Gabriel Cabiaglia (batería).

El guitarrista Roberto Porzio fue invitado por Kenny Neal –“El tocó con mi padre”, anunció en un inglés muy claro- para un pequeño homenaje a Muddy Waters y Howlin’ Wolf en el que hicieron un medley con Hoochie Coochie man, Little red rooster, Spoonful y Got my mojo working. Salió Porzio y subió al escenario Juan Codazzi para tocar That’s all right. Cuando los violeros estuvieron en escena no hubo duelo de guitarras y Kenny Neal se dedicó a soplar su armónica.

Como es habitual en sus conciertos, Kenny Neal no se olvidó de sus influencias más directas como Slim Harpo y Jimmy Reed. Su armónica sobrevoló con estridencia el pantano y las luces de Nueva Orleans. Además, de los clásicos del género, también interpretó algunos temas de sus últimos discos como Blues, leave me alone y Hooked on your love. El cierre, por ejemplo, se lo dedicó a su tierra e hizo un mix con Jambalaya y When the saints go marchin’ in.

Un momento extraño fue cuando subió al escenario King George, un músico que habría tocado con Ike Turner, Jimi Hendrix y Buddy Guy y que ya vino varias veces a Buenos Aires. King George sopló una corneta que no se escuchaba y cantó con voz débil las estrofas de The Thrill is gone mientras Kenny Neal rendía tributo a Albert King con Born under a bad sign. Hasta pareció como que a Kenny no le gustó que subiera, porque apenas lo miró y cuando se fue mencionó su nombre sin mucho entusiasmo.

Una nueva noche cargada de blues sacudió a Buenos Aires. No fue la primera y tampoco será la última. Hay un grupo de productores que está haciendo un esfuerzo enorme para traer a estas figuras, que son la esencia del género, que vienen y se mezclan con los músicos argentinos, y que nos regalan el blues que llevan en la sangre. Y de eso se trata todo: transmitir, compartir y vivir el blues. Eso pasó anoche. Eso seguirá pasando.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Más lanzamientos

Mel Brown – Love, lost and found. Mel Brown fue un guitarrista excepcional que dedicó su vida al blues y tocó con muchos de los grandes. En los cincuenta lo hizo con Sonny Boy Williamson. Luego se sumó a la banda de Johnny Otis y más tarde a la de Etta James. Durante unas sesiones con T-Bone Walter impresionó a los directivos de la discográfica y, en 1967, editó su primer disco solista. Desde entonces su carrera siguió creciendo hasta su muerte, ocurrida el año pasado. Ahora, el sello Electro-Fi Records acaba de lanzar su álbum póstumo, todas grabaciones realizadas entre 1999 y 2009, con la participación de Snooky Pryor y Sam Myers. Un álbum magistral que revaloriza a lo más tradicional del género.

Norah Jones – … Featuring Norah Jones. Ella grabó con tantos músicos que por qué no armar un compilado con esas participaciones. Blue Note y Emi Records no tardaron mucho en lanzar este disco que seguramente será un éxito de ventas. Primero porque los fans de Norah Jones tienen música fresca para disfrutar, más allá de que muchos temas ya aparecen en los discos originales en los que la invitaron a participar. Segundo porque éste álbum demuestra que Norah tiene una versatilidad muy amplia para cantar con músicos de diversos estilos y géneros como el jazz, el country, el soul, el folk, la música indie, el hip hop y el rock. Los duetos más interesantes son los que mantuvo con Willie Nelson, Ray Charles, Foo Fighters, Outkast, Herbie Hancock y Ryan Adams.

Devon Allman’s Honeytribe – Space age blues. El hijo de Gregg Allman sigue la tradición familiar. El rock, el blues y hasta el funky se hacen presentes en su combo musical, que algunos han llamado: "Darth Vader meets B.B. King". Las raíces son muy fuertes en el estilo de Devon Allman: se nota que creció con la música de los setenta sobre sus hombros. Más allá de alguna similitud en la forma de cantar con su padre, su estilo para tocar la guitarra no está inspirado del todo en el de su célebre tío, Duane. Space age blues tiene muy buenas canciones, solos muy interesantes y una sorpresa llamativa: Huey Lewis toca la armónica. Y lo hace muy bien. Space age blues es un disco para disfrutar una nueva forma de interpretar el blues.

Kid Rock – Born free. Con este disco, Kid Rock consolidó su aspiración de convertirse en el nuevo Bob Seger. Born free es puro rock and roll, que suda country desde el mismo núcleo orgánico de su canciones. Eso es lo que buscó el productor del álbum, el célebre Rick Rubin: ubicar definitivamente a Kid Rock en el lugar que él quería ocupar. Rubin es el mismo que trabajó con los Beastie Boys, Chili Peppers, Tom Petty y Neil Diamond, y que además produjo a Johnny Cash en ese legado histórico que son las American recordings. Aquí, rodeó a Kid Rock de una banda encabezada por el guitarrista de Los Lobos, David Hidalgo, y otros músicos como Matt Sweeny, Chad Smith (Red Hot Chili Peppers) y Benmont Tench (Heartbreakers). A ellos se les sumaron invitados como Sheryl Crow, Zac Brown y Martina McBride. Ahh, claro y también Bob Seger: el padrino de la cosa no podía estar ausente de esta especie de tributo a su nombre.

Huey Lewis and the News - Soulsville. Y hablando de Huey Lewis, además de su participación en el disco de Devon Allman, acaba de editar un nuevo álbum de estudio, el noveno de su carrera. Es un homenaje al soul de Stax. Soulsville fue el barrio de Memphis donde el sello discográfico se instaló y revolucionó la música negra de fines de los sesenta. Se trata de un álbum muy cool, con mucho groove, aunque un tanto más “limpio” de lo que solía pretender Stax de sus grabaciones. Al margen de ese detalle, estamos ante una celebración de un ritmo urbano, atrapante y eterno, que muy pocos artistas hoy pueden reivindicar con tanta autoridad.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Lanzamientos de octubre y noviembre

Ray Charles – Rare Genius / The undiscovered masters. Hay que agradecerle al señor John Burk, productor del disco Genius loves company, por haber hallado este material inédito de Ray Charles. Son canciones que fueron grabadas entre 1970 y 1990. En algunos casos, apenas eran demos de las canciones a los que Burk completó con muy buenos músicos actuales. El álbum se balancea entre el soul, el blues y el R&B con unas secciones de viento exquisitas. Lo mejor de este hallazgo, sin dudas, es el tema a dúo que interpreta junto a Johnny Cash: una hermosa versión de Why me Lord, de Kris Kristofferson.

Varios artistas – Treme (soundtrack). Si la serie -que tenía a la música como protagonista absoluta- fue increíble, la banda de sonido no podía ser menos. El álbum tiene 19 temas que conforman, en gran medida, un mosaico de la música actual de Nueva Orleans. Y están casi todos: Dr. John toca una gran versión de Indian red; Irma Thomas & Allen Toussaint emocionan con una Time is on my side fabulosa; la Soul Rebels Brass Band junto a John Mooney interpretan una versión festiva de Drinka little poison (4 U die); y Trombone Shorty & James Andres sacuden sus vientos con Ooh Poo Pah Doo. Un disco formidable.

Chris Duarte – Infinite energy. Tal vez el disco esté demasiado producido. Me gusta más cuando la música de Chris Duarte fluye con más espontaneidad y fiereza. Sin duda sus dos mejores discos siguen siendo los primeros: Texas Sugar, Strat magik (1994) y Tailspin headwhack (1997). De todas maneras, Infinite energy tiene lo suyo: grandes solos de guitarra que se encuadran en la tradición de Austin post Vaughan, que músicos como Duarte, Smokin’ Joe Kubek y Charlie Sexton, entre otros, supieron enhebrar.

Axel Zwingenberger – The magic of boogie woogie. La aclaración es importante: este disco es sólo para fanáticos del piano. Quien no esté acostumbrado a escuchar este tipo de álbumes, The magic of boogie woogie tal vez le parezca un poco repetitivo. Hecha la aclaración, el álbum es una buena muestra del talento de este pianista alemán que se dedica a estudiar a los grandes maestros del género (Albert Ammons, Meade "Lux" Lewis y Pete Jonson) y mantener vivo el estilo. Aquí, Zwingenberger está acompañado por una sección rítmica de lujo: el contrabajista Dave Green y Charlie Watts, de los Stones, en batería.

Lee Ritenour – 6 string theory. Ritenour es un conocido guitarrista de estudio, que se hizo famoso en los setenta cuando tocaba con el brasileño Sergio Mendes. Su música siempre fue un combo de pop, Brasil y jazz. Ahora, acaba de cumplir 50 años y para celebrarlos invitó a una decena de guitarristas de primer nivel para zapar con él, Así, 6 string theory se convirtió en un homenaje a la guitarra. Lo mejor del disco es la versión del tema de Tracy Chapman, Give me one reason, que interpreta junto a Joe Bonamassa y Robert Cray. Los otros invitados del álbum son: B.B. King, Keb’ Mo’, Pat Martino, Slash, George Benson, Jonny Lang, Neal Schon y John Scofield, entre otros.

Leonard Cohen – Songs from the road. Durante muchos años, Cohen estuvo alejado de los escenarios y su regreso ahora quedó plasmado en dos discos: el año pasado con el formidable Live in London y este año con Songs from the road. Si bien ambos álbumes son muy similares –hasta en la elección de los temas- son una buena excusa para escuchar y disfrutar de una de las voces más apasionantes y poderosas de la historia del rock. Las canciones de Songs from the road fueron grabadas entre 2008 y el año pasado en conciertos realizados en Israel, Escocia, Inglaterra, Suecia, Finlandia, Alemania y EE.UU.

Justin Townes Earle - Harlem River blues. El hijo de Steve Earle -a quien su padre le puso de segundo nombre el de su mentor, Townes Van Zandt- acaba de editar su tercer disco para el sello Bloodshot. Una obra sensacional que no desentona para nada con sus trabajos anteriores. El country alternativo, el rockabilly y el blues se fusionan para conformar el sonido de JTE, una música de raíces donde los coros femeninos, las sesiones de viento y la instrumentación esencialmente acústica reviven la música de sus antecesores: Cisco Houston, Eddie Hinton, Woody Guthrie y Waylon Jennings.

Cassandra Wilson – Silver pony. Ella tiene una de las voces más poderosas e innovadoras del jazz contemporáneo. Logró absorber, procesar y recrear distintos estilos de la música tradicional negra y ponerle su sello indeleble. Las canciones de este disco, por ejemplo, explican bien esa fusión: Blackbird, de los Beatles; If it’s magic, de Stevie Wonder; Saddle up my pony, del delta bluesman Charley Patton; Lover come back to me, que cantaba Billie Holliday; además de media docena de temas propios muy sólidos y bien producidos.

Tony Joe White – The shine. Este disco se lo recomiendo solamente a los que son muy fanáticos de TJW. De lo contrario, si nunca lo escuchaste, te sugiero que empieces por su disco Black and white (1969) o algún Greatest hits. Si ya lo conocés y no te gusta tanto su estilo, The shine no va a hacer nada para que cambies de opinión. Ahora, si te gusta su groove pantanoso y te seduce con su cadencia rítmica, con este álbum vas a poder disfrutar: parece que fue grabado en el living de su casa. Música en estado puro.

Neil Diamond – Dreams. El viejo Neil acaba de lanzar un álbum acústico, simple y melancólico. Es un disco ideal para escuchar su magnífica voz en todo su esplendor, aunque la elección de los temas, en su mayoría covers, es poco original, Son canciones muy melosas, medio bajón. Eso hace que por momentos Dreams se ponga bastante aburrido, sobre todo cuando interpreta Love song, Yesterday o Feels like home. Pero salvan al disco las versiones de Ain’t no sunshine, Blackbird y la extraordinaria Hallelujah.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Los 65 de Neil Young

La noche del 18 de enero de 2001 el cielo estuvo a punto de explotar. Unas nubes revoltosas se empujaban unas a otras y ese forcejeo provocó la caída de unas gotas aisladas. La lluvia pudo arruinarlo todo, pero se contuvo. Estábamos al aire libre, en el Campo de Polo, ahí sobre Avenida del Libertador y Dorrego. Recuerdo algunas caras de esa noche: Carlitos Galván, Giube, Batman Aizpeolea, Firpo, Ricardo González. Semejante rejunte de ilustres figuras del periodismo tenía una explicación: Neil Young y Crazy Horse se presentaban en vivo.

Fue un evento atípico. Primero por la elección del escenario y segundo porque el grupo que más gente convocaba, Oasis, abrió el recital. Eso hizo que pasara algo alucinante: cuando terminó el show de los hermanos Gallagher, la gente que se agolpaba junto al escenario, se dispersó. Entonces, para cuando Neil Young salió a escena, nosotros estábamos junto al escenario. Así, a escasos metros de distancia, vivimos las dos horas eléctricas en las que el viejo cowboy solitario nos regaló casi todas sus mejores canciones: Like a hurricane, Keep on rockin´ in the Free World, Hey hey, my my y The needle and the damage done.

Esa noche mágica me marcó definitivamente. Ya no habría vuelta atrás para mí con relación a la música de Neil Young. A los discos que tenía sumé los que me faltaban. Y desde entonces compré todos los que fue sacando. Sus mejores cinco discos, para mí, son: Alter the gold rush (1970), On the beach (1974), Tonight’s the night (1975), Rust never sleeps (1979) y Everybody knows this is nowhere (1969). A esta lista podría agregar Dèjá vu (1970), junto a Crosby, Stills & Nash. De elegir sus cinco mejores canciones, me quedaría con éstas: Heart of gold (1974), After the gold rush (1970), Don’t let it bring you down (1970), Down by the river (1969) y Powderfinger (1979).

Escribo éstas líneas mientras escucho su último álbum –Le Noise- en el día de su cumpleaños 65. Este es mi humilde homenaje a su figura y a su música. Y es también una expresión de deseo, la de querer volver a verlo en vivo, acústico o eléctrico, furioso o introspectivo. Cómo sea. Feliz cumpleaños Neil: ¡keep on rocking!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Prueba de vida

El sitio All Music lo calificó con cuatro estrellas sobre cinco. Las críticas de los fanáticos en Amazon.com son concluyentes: "Excelente", "fantástico", "de esto se trata el blues eléctrico". En Blogcritics recomiendan “cerrar los ojos para poder escuchar a Hendrix prendiendo fuego su Stratocaster". Buddy Guy está de vuelta con Living proof, casi la continuación perfecta de Skin deep, de 2008. A los 74 años, Guy está mejor que nunca: su guitarra suena furiosa, sónica, sucia y endemoniada. Algunas letras de las canciones son autorreferenciales -74 years young, Thank me someday, Living proof- pero no llegan a conformar un disco conceptual.

Hay dos invitados de lujo, amigos y leyendas: B.B. King conmueve en Stay around a little longer y Santana aparece en la balada Where the blues begins. El otro punto alto, obvio, son los músicos que acompañan a Guy. El productor Tom Hambridge, quien además toca la batería, reunió a Reese Wynams (teclados), los Memphis Horns, Tommy Macdonald (bajo), Bekka Bramlett (coros), David Grissom (guitarra), Michael Rhodes (bajo) y Marty Sammon (piano).

Este disco es una nueva pieza de arte de uno de los mejores guitarristas de la historia del blues, que nuestra generación tiene el honor de disfrutar. La prueba de que el blues está más vivo que nunca.



domingo, 7 de noviembre de 2010

Circo digital

La rubia lleva tacos altos, minifalda negra, medias de encaje y una remera, o algo por el estilo, muy animal print. Tiene un tatuaje en el hombro y casi no se puede mover porque su novio la aprieta con fuerza contra su pecho. Me pregunto cómo alguien se puede vestir así para ir a un recital. Así, como ella, hay decenas de mujeres más, todas muy producidas, tuneadas y bien arregladas. Entre ellas se mezclan los adolescentes, que son mayoría, y muchos padres con chicos. Todos tienen sus BlackBerry con los que mensajean y sacan fotos que suben a Facebook en el acto. Pese a que estamos al aire libre pocos fuman, tal vez porque en la entrada los osos de seguridad les sacaban los encendedores. Estamos en un rectángulo selecto cercado por el escenario y una pasarela, lo que vendría a ser un área recontra vip. Mi amigo Nacho, el proveedor de las entradas, mira de acá para allá en busca de una lumbre que encienda su Camel, pronto aparecerá una heroína anónima que le dara fuego y él llenará sus pulmones de humo. Ahí está también Germán Perazzo, aka. El loco del Mouse, junto a su novia. Y desfilan los famosos: Emilia Attias, Paula Chávez, Nicolás Vázquez, Flavia Palmiero, Gabriel Corrado, Germán Paoloski. Algunos de ellos se sacan fotos con los cholulos, otros las evitan con dudosa cordialidad.

El club G.E.B.A está desbordado de chicos y chicas ansiosos. Está por empezar el concierto de The Black Eyed Peas, pero mientras tocan (bueno una forma de decir porque la verdad no tocan nada) dos DJ’s australianos que se hacen llamar Yolanda Be Cool. Me aburro. La noche está increíble, el cielo limpio y la brisa acaricia con delicadeza. Un minuto después de las 22.30 se apagan las luces y comienza el circo digital y robótico. Para un hombre de blues como yo, la experiencia de un show como éste es similar a un espectáculo interactivo, algo así como un De la guarda holográmico y 2.0. Los músicos salen a escena y los tengo tan cerca que sólo pienso en cómo me hubiera gustado ver así a los Rolling Stones.

La cara de la banda son sus cuatro cantantes: will i. am, Fergie, Taboo y apl.de.ap. Sí, así se hacen llamar. Cada uno ocupa su rol en el grupo y en las dos horas que durará el show cantarán juntos y por separado. Ella, que fue elegida la mujer del año por la revista Billboard, tiene un magnetismo absoluto. Es hermosa y canta muy bien, aunque a veces grita demasiado. will i. am es el cerebro de la banda, gran cantante, rapper, DJ. Lleva las riendas del show. apl.de.ap es simpático y baila muy bien, pero su papel, está más en un segundo plano. Taboo no me cayó muy bien. Canta, y lleva la demagogia a niveles insospechados. “Yo soy mexicano y represento a todos los latinos en Black Eyed Peas. Estoy orgulloso de representarlos a todos ustedes”, dice mientras de fondo aparece una bandera argentina digitalizada. Bueno, es obvio que este Taboo aprendió a hablar español casi de rebote. Después me entero que nació en el este de Los Angeles, así que de mexicano, hermano, sólo tenés el árbol genealógico. Como si fuera poco canta una canción en español horrible, a dúo –interactivo- con Juanes.

Entre rayos láser, pantallas interactivas, juegos de luces, sincronizaciones matemáticas, 200 tipos encargados de montar el escenario, bailarinas hiperactivas, incesantes cambios de vestuario y mensajes de texto proyectados, hay música: los tipos son muy comerciales, pero la verdad que lo que hacen, lo hacen muy bien. Combinan el hip-hop, con dosis de disco, dance, funk y pop. Tienen canciones muy pegadizas. De hecho me sorprende conocer más de una: Don't phunk with my Heart, Mais que nada, Where is the love y Boom boom (nada que ver con el tema de John Lee Hooker, se los aseguro). Igual lo mejor viene de la mano de will i. am. Promedia el show y el tipo se eleva en el aire, en una plataforma circular, y empieza a mezclar clásicos como si fuera el DJ de una disco retro. Suena Thriller, de Michael Jackson, Nirvana, U2, los Chili Peppers, Eurithmics y hasta Sweet Child O’ mine, de los Guns. Llegamos al final y los tipos cantan la canción que todos quieren escuchar. La inercia me lleva a saltar con todos al ritmo de I gotta feeling. Nacho también salta. La rubia de tacos altos, no sé cómo hace, pero rebota con ganas. La cabeza platinada de Emilia Attias sube y baja. Los celulares estallan en luces multicolores y difusas. Ellos cantan que “está noche será una gran noche”, parece que así lo es.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Dulce y melancólica

Hace un par de años escuché la canción Put your records on y me pasó algo curioso: su melodía se me adhirió súbitamente y desde entonces, cada tanto y sin darme cuenta, empiezo a tararearla cuando menos lo espero. En aquél momento quise saber más de quién la cantaba. Así llegué al disco de Corinne Bailey Rae, una inglesa morenita y suave, dueña de una voz exquisita y una sensualidad tan pura como natural.


Su álbum debut de 2006 fue un verdadero éxito. CBR se convirtió en la cara del neo soul británico, una artista independiente que arrasó en ventas gracias a un registro vocal excepcional y un puñado de canciones de su autoría muy conmovedoras. Muchas de las letras están basadas en sus experiencias personales, como por ejemplo los insultos racistas que sufrió junto a sus hermanas cuando eran chicas; su paso por la universidad, donde estudió literatura inglesa; o sus años cantando en pequeños reductos jazzeros. Ese disco también incluía la versión de Like a star, otro tema hermoso y cautivante.

Cuando ella estaba trabajando en su segundo álbum, la vida le dio un cachetazo feroz: su pareja murió de sobredosis y sus planes profesionales se postergaron. Hace un tiempo retomó el camino que tenía marcado y canalizó todo su dolor en la composición y en los shows en vivo. Así, una noche calurosa de noviembre, CBR llegó a Buenos Aires. Se presentó en vivo en el Gran Rex y durante una hora y media enamoró al público porteño. Ese amor fue creciendo de a poco, no fue una pasión arrebatada, fue como lo gusta a ella: dulce y melancólico.

El show fue relajado y tranquilo. CBR es una excelente intérprete que ama lo que hace. Está acompañada por una muy buena banda en la que se destaca el guitarrista John McCallum, quien se nota que tiene mucho blues adentro. Al comienzo, CBR cantó canciones de su primer álbum y también algunas de su flamante disco The sea, editado a comienzos de año. Todo el show fue bastante orgánico, con mucha guitarra acústica y unos arreglos sutiles y bien pensados.

Sobre el final cantó las dos canciones que todos esperaban –Put your records on y Like a star- pero también sorprendió con una versión muy personal de Is this love, de Bob Marley. Cuando terminó, la ovación del público la abrazó con mucho calor. Ella destacó la pasión y el respeto de la gente, muy gratificada y sorprendida en su primera visita a sudamérica. El clásico ohhhhh ohhhhhh entusiamó al bajista Kenny Higgins y al batero Luke Flowers quienes empezaron a seguir el ritmo. Corinne se fue con una gran sonrisa dibujada en su rostro y volvió apenas un minuto después para despedirse con una canción que escuchaba cuando era chica: Que será, será (Whatever will be, will be), de Doris Day, que la cantó junto a McCallum. Así se fue una gran noche de música en vivo, con una artista impecable que, con sus 31 años, todavía tiene muchísimo para dar.

martes, 2 de noviembre de 2010

La bebida nacional

Ayer el vino iba a ser declarado bebida nacional. Así lo decidió hace unas semanas la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. El acto que se iba a realizar en la Casa de Gobierno, con la firma del decreto, se postergó debido al duelo por la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. De todas maneras, es cuestión de días para que eso se formalice. A partir del año 2002, cuando la Argentina empezó a salir de la crisis, y más aún con las políticas implementadas por el Gobierno nacional desde 2003, la industria vitivinícola tuvo un florecimiento impresionante. Crecieron las exportaciones y el consumo interno. Nacieron nuevas bodegas y se generaron miles puestos de trabajo. El malbec se consolidó como la uva insignia de nuestro país y hoy es, sin dudas, nuestro embajador en el mundo. Además se empezaron a producir con mayor intensidad otro tipo de uvas que no tenían arraigo en nuestro suelo y que también se transformaron en vinos exquisitos. Hoy, en supermercados y vinerías, hay infinidad de opciones de precios y para todos los gustos. El vino llega a todos, se consume en todos lados sin distinción de clase. Era hora que semejante esfuerzo mancomunado tuviera su reconocimiento institucional.