martes, 29 de septiembre de 2009

El peor de todos



Este es el peor disco que escuché en mi vida. Claro que me refiero a un disco que tiene como protagonistas a verdaderas leyendas rock. No voy a hablar de otro tipo de discos malos, que los hay y a montones. Voy a referirme a este álbum en particular, por lo que tardé en conseguirlo, por la expectativa que le había puesto y por la gran desilusión que me provocó escucharlo. En algún momento de 1993 alguien me comentó que había un disco en vivo en el que tocaban Jimi Hendrix, Jim Morrison, Johnny Winter y Buddy Miles. Me volví loco. “Lo quiero. Lo quiero ahora. Ya”, pensé. Pero no iba a ser tan fácil satisfacer mi ansiedad. En aquella época averiguar sobre un disco no era tan sencillo. Había que conseguir revistas especializadas o consultar los catálogos de discos que tenían en la disquerías. Con éste álbum en particular, además, estaba el problema de que había sido editado con distintos nombres y tapas. La cuestión es que después de mucho buscar y buscar lo encontré en el Tower Records de San Francisco, que estaba cerca del Fisherman’s Wharf. El álbum en cuestión era Woke up this morning and I found myself dead: Live in New York. Fui feliz. Lo pagué algo así como 12 o 13 dólares (una ganga en aquél momento).


Pero por entonces no tenía discman todavía, así que recién lo pude escuchar dos semanas después cuando volví a Buenos Aires. No lo podía creer. El sonido era tan malo que daba ganas de apretar el botón de stop y tirar el cd a la mierda. Además a la zapada, que incluía temas como Sunshine of your love y Red house, no le sobraba nada y Jim Morrison estaba completamente desquiciado. Decir que cantaba desafinado sería hablar bien de su performance: o estaba muy pasado de drogas y alcohol o ni siquiera era Jim Morrison. Está claro que se trata de un disco en vivo de Hendrix, que solía grabar sus shows cada vez que podía. Y todo parece indicar, escuchando las canciones, que Morrison y Winter estaban también ahí. Pero hace un tiempo encontré en Internet una entrevista a Johnny Winter en la que decía que jamás conoció a Jim Morrison y que no se explica cómo figuran ellos dos en los créditos de ese disco. Así que además de un disco malo, es también dudoso.

A los pocos meses me deshice del disco. Me daba bronca tenerlo. Por ahí leí que hay algunos que rescatan el valor histórico de la sesión. Y la verdad que no estoy de acuerdo. El disco es realmente malo. ¿Cuál es el peor disco que escuchaste vos?

lunes, 28 de septiembre de 2009

Cuatro bares

Por René Roca

El dato me lo pasó un hombre antes de morir. Me entregó un cuaderno de tapas duras con sus hojas amarillentas como una enfermedad incurable. En él había un listado de cuatro antiguos bares porteños, muy distintos entre ellos pero tan siameses, a la vez, por el prodigio que contenían.
En las últimas hojas, con letras escritas durante la noche, secretamente, bajo la lluvia o parado contra el viento, el hombre explicaba la naturaleza de aquel libro.

"Estas palabras son el fruto de mi condena, hace años que busco, día tras día y solo encuentro espejismos y crueles laberintos. Persigo una historia real, aunque inasible. Existen cuatro bares en la ciudad de Buenos Aires, que por un capricho de Algo o Alguien, contienen cada uno una mesa en la que al visitante que se sienta frente a ella a beber, le es dable obtener la sabiduría y el conocimiento supremo en las más diversas artes. En uno de esos bares, en 1914, con tan solo quince años de edad, Jorge Luis Borges bebió entera una jarra de un vino agrietado y firme. Esa tarde salió tambaleando y sonriente, abrazado por el formidable destino de las letras".

"Un año más tarde, en otro de los remotos bares, un joven militar tomó junto a otros camaradas de armas una áspera pero efectiva ginebra. Al retirarse saludó a los mozos y les dejó una generosa propina. En la calle, el crudo invierno no pudo truncar su camino hacia sus tres períodos como Presidente de la Nación".

Ahora me encuentro sentado aquí, en una mesa que posiblemente sea mágica. Releo una y otra vez esta historia que se deshace entre mis manos, mientras bebo una copa de un intenso rubí.
¿Quién sabe?
Quizá mañana…

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Blues de luxe

Creo que fue en el 94 la primera vez que escuché un disco solista de Bob Margolin. Por ese entonces ya sabía que había tocado con Muddy Waters, pero no mucho más. Yo iba mucho a la disquería Minton’s y Guillermo, su dueño, una vez por semana traía unos cuantos discos nuevos. Mucho jazz y bastante blues. El disco de Margolin que trajo esa vez fue Down in the alley, del sello Alligator. Me encantó la foto de la tapa: el tipo posando con el slide y su Telecaster. Pero más me gustó su apodo: Steady Rollin’. Muy, muy blusero. Y lo compré. Cuando lo escuché después en casa, en mi viejo minicomponente JVC, me fascinó aún más. El disco empieza con un boogie tremendo, Boogie at midgnight, y el segundo tema es blues acústico muy profundo, Brown liquor. Y así sigue el resto del álbum: es un viaje imaginario, dinámico y alucinante de Mississippi a Chicago ida y vuelta. Desde entonces, se convirtió en uno de mis discos de blues favoritos.

Pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de verlo en vivo. De haberla tenido no la hubiera desaprovechado. Ahora, 15 años después de aquella tarde en la que Guillermo, después un par de cigarrillos y algún café, me vendió aquél disco, Margolin viene a la Argentina. Y no viene solo. Lo acompañan otros dos popes del blues: Bob Stroger y Willie “Big Eyes” Smith. Mientras escribo esto escucho Down in the alley de nuevo (hace mucho que no lo escuchaba) y miro la foto de la tapa del cd. También miro las fotos actuales de Margolin y se nota que estos 15 años pasaron para todos: tiene menos pelo más canoso y parece más relleno. Pero seguro que su forma de tocar y su voz se curtieron mucho más en este tiempo. En el 94 Margolin era un músico de la nueva generación que empezaba a consolidarse, un protegido de Muddy Waters que comenzaba a hacer su propio camino. Hoy es un verdadero grande. No se lo pierdan.

(Fechas: 24-10 Mr. Jones, Ramos Mejía // 30-10 ND Ateneo, Capital // 31-10 Willie Dixon, Rosario)

domingo, 20 de septiembre de 2009

Novelas escritas con música

Estas cinco novelas tienen mucha música en sus páginas. Sus autores -dos gringos, un japonés, un inglés y un francés- escribieron historias con el blues, el rock, el pop y el jazz muy presentes en las vidas de los personajes. Cada uno de estos libros merece su banda de sonido. A leer…

Alta fidelidad – Nick Hornby (1995). Acá tenemos una joya de los noventa. Si les gustó la película que protagonizó John Cusack, realmente van a flashear con el libro. El personaje central es Rob Fleming, el dueño de una disquería de Londres al que su novia Laura lo acaba de abandonar. Rob y los empleados de su disquería se la pasan eligiendo rankings de canciones, discos, recitales, películas -los célebres top five- así como también grabando cassettes que se regalan entre ellos. La separación lleva a Rob a reflexionar sobre su vida y sus relaciones haciendo, por ejemplo el top five de sus rupturas. Genial. Entonces empieza a llamar a todas sus ex novias para tratar de entender por qué lo dejaron en su momento. Y reflexiona sobre las relaciones de pareja con un humor muy mordaz. La música brota en cada página. Este es el top five de los discos preferidos de Rob: 1) "Let's get It on" de Marvin Gaye; 2) "The house that Jack built" de Aretha Franklin; 3) "Back in the USA" de Chuck Berry; 4) "(White man) in Hammersmith Palais" de The Clash; 5) "Tired of being alone" de Al Green. Una escena que me encantó es cuando Rob está seleccionando algunos discos de su colección para que Laura se lleve. Entonces, entre los seleccionados, Laura encuentra unas compilaciones de blues y no las acepta. “¿Quién demonios son Little Walter y Junior Wells? Quiero mi disco de Sting”.

Tokio blues – Haruki Murakami (1987). El título original de esta novela es Norwegian Wood, por la canción de los Beatles. El personaje principal se llama Watanabe, de 37 años. Todo comienza cuando en un aeropuerto escucha ese tema y en su mente se dispara una ola de recuerdos de sus años de adolescencia y de su etapa de universitario, en los años sesenta. La historia se centra en los dos amores de Watanabe: Naoko y Midori. Es un relato nostálgico donde la sexualidad y la pérdida son los ejes principales. “El póster del iceberg permaneció durante un tiempo pegado en la pared, pero acabé sustituyéndolo por uno de Jim Morrison y otro de Miles Davis. De este modo, la habitación me pareció más mía. Me compré un equipo de música sencillo con los ahorros del trabajo de media jornada. Y así, por la noche, pude escuchar música mientras me tomaba una copa”. Si todavía no leyeron nada de él, éste es el indicado para empezar. Después les recomiendo Al sur de la frontera, al oeste del sol. Otro libro con mucha música.

Blues de los sueños rotos – Walter Mosley (1995). Esta es la historia de “Soupspoon” Wise (en la edición traducida al español de Anagrama es “Cuchara” Wise), un viejo blusero que está cerca de la muerte y muy solo en la inmensidad de Nueva York. Entonces la vida cruza en su camino a Kiki Waters una joven que lleva a cuestas una historia terrible y que lo ayuda, no sólo a mejorarse, sino a volver a tocar. Es que de chico “Soupspoon” acompañó en sus andanzas al célebre Robert “RL” Johnson. “RL no era un hombre real. Un hombre real nace, hace lo poco que puede y luego se muere. ¡Eso es todo! A un hombre real le recuerdas y puedes decir cómo vivió y cómo murió. Pero RL te engañaba. Tocaba la guitarra cuando no tenía que haber sido capaz de hacerlo, y nadie sabe cómo murió. Puede que fuera la pulmonía, puede que fuera un hombre celoso. Puede que Satán viniera y le hiciese ladrar como un perro antes de llevárselo a casa. Pero los pobres diablos que buscamos su historia estamos perdidos antes de empezar. Porque Robert Johnson nunca nació y no podía morir. Era Delta blues desde el fondo de su alma. Era el blues; lo es hoy”. Una gran historia para los amantes del blues.

El blues del Misisipi – Elmore Leonard (2002). Leonard es un maestro de la novela policial y de la ironía. Este libro (su título original es Tishomingo blues) trata sobre la vida de Dennis Lenaham, un especialista en saltos de trampolín que por cuestiones de trabajo viaja a la localidad de Tishomingo. Allí está a punto de realizar un salto cuando es testigo de un crimen y todo se complica. Dennis conoce a Robert Taylor un narco amante de los blues que se convertirá en un personaje singular y protagónico. La prosa de Leonard es afilada y dinámica, y todo el tiempo hace referencias al blues. Y aquí también aparece el fantasma de Robert Johnson. Robert Taylor le cuenta a Dennis: “Un día Son House le dijo (a Robert Johnson) que se olvidara de tocar, que no era lo bastante bueno. Según cuentan, Robert fue al cruce y se encontró con Satanás, que se le apareció como un negro gigantesco. Satánas le cogió la guitarra, se puso a tocarla y luego se la devolvió. A partir de ese momento Robert Johnson dejó a todo el mundo asombrado por su forma de tocar”. Este libro me sirvió para descubrir el disco de Marvin Pontiac.

Be-bop – Christian Gailly (1995). Ya me referí un poco a este libro en uno de los primeros post del blog, Frenesí parkeriano. Gailly representa a una serie de escritores que a mediados de los ochenta alteraron el panorama de la literatura francesa. Gailly tiene un estilo minimalista, irónico y en parte absurdo y melancólico. En Be-bop tenemos dos historias que se cruzan y uno de los personajes es un saxofonista de jazz. “Ah, Bud Powell, Kenny Clarke, Sonny Stitt. Vamos, ¿qué crees? En el 50 yo tenía cuarenta años, y treinta en el 40. Vaya que son raros estos jóvenes. No se imaginan, dice mirando a la anciana. Se sorprenden cuando uno se los dice (…) No es eso, dice Lorettu, pensaba en Sonny Stitt, la copia fiel de Parker, ustedes no entienden. Otra vez lo mismo, dice el anciano. Cree que no sé quién fue Sonny Stitt, pero Parker tocaba mejor, era Parker”. Gran libro.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Nina & The Cats



Quiero compartir con ustedes este video fabuloso que hicieron de My baby just cares for me, uno de los temas más lindos de Nina Simone, en 1987. El video fue dirigido por Peter Lord y realizado por los estudios de animación británicos Aardman (conocido por el empleo avanzado de las técnicas de claymation y stop-motion). El tema de la sacerdotisa es de la década del cincuenta. La letra es preciosa, su voz es conmovedora y tiene un swing abrazador. Aquí tenemos una gran combinación de talentos de distintas épocas; un mix simpático, revitalizante y súper cool.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Wine song 34


Y un día la encontré. BLUES & WINE resume el espíritu de este blog. La canción interpretada por Terry Evans dice algo así como que el blues y el vino van juntos como las lágrimas y el llanto. Evans es un cantante y guitarrista negro que comenzó cantando en los coros de las iglesias, que después integró el grupo The Knights. Luego se instaló en el sur de California y en los setenta formó un dúo con Bobby King. Tiempo después trabajó con Ry Cooder y cantó un tema para la banda de sonido de Crossroads. En 1993 comenzó su carrera solista con el lanzamiento de su primer disco: Blues for Thought. BLUES & WINE fue grabada para el disco Mississippi Magic, editado por el sello Audioquest en 2001, y fue compuesta por Jorge Calderón, bajo el seudónimo de J.C. Parsons.


viernes, 11 de septiembre de 2009

Cerveja na praia


Ya sé que con esto no descubro América ni mucho menos. Pero es un hecho irrefutable: las playas brasileñas y el vino no tienen nada que ver. Pasé tres noches en Ilha Grande y comí genial. Unos pescados asados con toda la pompa de guarniciones: desde arroz y papas fritas, hasta puré, alcaparras, papa natural y aipim frito. Todo muy rico. En uno de los restaurantes me animé a pedir una copa de vino. Pero enseguida tuve mis sopechas y le pedí al mozo que me dejara ver qué vino era ya que no entendía la explicación que me daba. La cuestión es que era una damajuana de un vino brasileño que se llamaba Digao o algo por el estilo. Así que desistí y le pedí una cerveza. A mí la cerveza me encantaba. Lo digo en serio. La tomé con calor o frío, en vaso de plástico o chopp, sentado o de cabeza. Tomé mucha, hasta que el vino se cruzó en mi camino. Ahora estoy leyendo Alta Fidelidad de Nick Hornby y, en honor a él, acá va el top five de mis cervezas preferidas: 1) Pilsner Urquell, de Rep. Checa. 2) Indio, de México. 3) Stella Artois, de Bélgica, 4) Norteña, de Uruguay, 5) Carlsberg, de Dinamarca. La verdad que la cerveza brasileña no me mata. Menos que menos la Brahma. Me parece tan flojita como la Quilmes. Pero acá hay otras opciones como la Antártica, por ejemplo. Así que el plan fue éste: una cerveja na praia después de cenar y en el MP3 Zeca Baleiro, Mart'nália, Elza Soares, Marisa Monte y también Jack Johnson. La cabeza tranquila, el corazón contento y los pies llenos de arena. Chill Brasil.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Un blend de Rioja en Arturito


Hay experiencias gastronómicas excepcionales, como la que tuve anoche en uno de los mejores restaurantes de San Pablo. Y lo último no es una afirmación mía, sino que es una opinión compartida entre el periodismo especializado y los paulistas que noche a noche llenan todas sus mesas. Arturito es el restaurante que Paola Carosella siempre quiso. La ambientación es maravillosa, la atención es excelente y la comida es un verdadero placer. Después de degustar algunas entradas -palmito machacado a la plancha, brusquetas de un paté histórico, y una especie de revuelto con rúcula, huevos de codorniz y algún otro manjar oculto- pasé al plato principal: un pulpo a la plancha con un acompañamiento de papás aplastadas. Quisiera poder escribir una oda al pulpo. Decirle con las palabras justas como disfruté cada bocado de sus nobles y carnosos tentáculos. El vino merece un capítulo aparte. Herencia Remondo, La Montesa, es un blend de Rioja conformado por tempranillo (40%), garnacha (35%), mazuelo (15%) y graciano (10%). Personas como Maxi y yo, que nos encanta el vino pero que tenemos un vocabulario súper limitado, lo describimos de la siguiente manera: "Qué lo parió". Los españoles si que saben de vinos. El domingo Arturito festeja su primer año y tengo la suerte de que voy a estar ahí para celebrarlo.